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LA CAMPAÑA

có se le dejara ir á Murchell (que así llamaba á la Aduana), y como sabíamos que por allá habia un puesto de moros de rey, no vimos inconveniente en acceder á su deseo.

Continuaba avanzando la estacion con alternativas rápidas de lluvia y calor, haciéndose este cada vez más notable, de manera que ¿o todos los campamentos empezaron á construirse cabañas de ramaje, para evitar el intenso calor que dentro de las tiendas cónicas se sentia, mientras en las alturas del Serrallo, que definitivamente quedaban en nuestro poder, se construian barracas de piedra y barro, cosa en que hubiera sido bueno pensar desde el principio de la campaña, para evitar en algo las grandes humedades que el primer cuerpo habia tenido que sufrir durante el invierno.

El día 29 vimos ya llegar á los plenipotenciarios de Marruecos, que eran Mohamed-el-Katib, anciano de plateada barba y rostro venerable, que venia envuelto en un triple albornoz blanco, y caballero en una mula, y el Chebli, tan simpático ya para nosotros. Comenzaron las conferencias desde el siguiente dia, y pudimos ver próximo el de nuestro regreso á España.

El día 25 pude asistir á otra escena histórica, que me recordó la que un mes antes habia presenciado en el valle Benisider: fué la despedida de los caudillos de uno y otro ejército, que despues de haberse combatido lealmente, se daban la mano como caballeros.

A cosa del mediodia Hegó á nuestro campo un jefe con doce ginetes árabes, para anunciar que el Kalifa del Algarbe esperaba ya en el lugar designado para esta última entrevista, que era casi al final del valle que al Sur de Tetuán se estiende, El General en Jefe acompañado de todos los