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DE MARRUECOS.

No bien repuesta todavia del daño que la produjeran intestinas luchas, empezaba á ver sonreir á sus ojos la aurora de la paz y el bienestar: y podia temer con razon que quedáran arruinados para siempre esos cimientos de su prosperidad tan trabajosamente asentados; que su comercio y su industria volvieran á se antigua ruina, su crédito se perdiera y su naciente marina se aniquilára; que el ejúrcito arrebatára otra vez los brazos que reclama la agricultura, dejando á esta madre de la produccion sumida en un total desamparo; que grandes naciones, que ora con desden ó con ojeriza la miraban, ayudáran á su ruina, ó cuando menos la contempláran indiferentes; pero España no se ha detenido un momento ante estas consideraciones, que la pusilanimidad pudiera dictarle bajo el manto de la prudencia. Habia oido una voz providencial que la mandaba ir al Africa, y sín atender á consideraciones materiales, sin investigar si habia de ser más pobre ó más rica, sin tener en cuenta opiniones agenas, inadmisibles en asuntos tan personales como la honra, sin esperar el beneplácito de nadie, se ha declarado potencia de primer órden, y ha marchado al África á buscar en el esfuerzo de su brazo el desagravio de su honor.

No necesito hacer nueva mencion del entusiasmo escitado en toda España al solo anuncio de tan grande empresa, pues ya en el curso de esta narracion he tenido ocasion frecuente de consignarlo y de hacer ver sus resultados; pero rellexionemos por un momento en la suma de entusiasmos individuales que le componian; descompongamos ese sentimiento nacional en millones de sentimientos; recordemos esa suma de exaltaciones parciales, de aspiraciones vehementes á lo bello, á lo sublime, que elevándose hasta el lirismo