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LA CAMPAÑA

constituyen el diapason del entusiasmo de un gran pueblo; profundicemos esos millares de afecciones sublimadas por la grandeza del asunto; veamos á las madres que abrazan á sus hijos, á los padres que les animan, á las esposas que entre lágrimas les sonrien, á los niños que les envidian, á los ancianos que sienten renacer su historia; y además de esta inmensa esplosion de un mismo sentimiento en millones de corazones, veamos tambien á todas las cabezas y todos los brazos coadyuvando á un mismo empeño, ofreciendo y dando para la guerra de África, la Reina sus joyas, el estadista sus cálculos, el hacendista sus créditos, el médico su ciencia, el escritor su pluma, el vate su lira, el sacerdote su bendicion, el rico su oro, el pobre su óbolo, el anciano su consejo, la mujer su cariño, el joven su brazo, todos su corazon, todos su sangre, rindiendo así tributo en aras de la pátria, cual hijos fieles que en hora suprema se agrupan en torno de venerada madre; y al evocar todos estos innumerables actos de amor y de generosidad, de patriotismo y de abnegacion, de desprendimiento y de denuedo, no pueden menos de aparecer las frentes de todos los españoles iluminadas con esa aureola de simpatia que rodea á todo lo que es poético, á todo do que es noble, á todo lo que es grande, y de comprenderse cuánto ha debido ganar España, cuánto ha debido purificarse, cuánto ha debido sublimarse en el órden moral, durante ese periodo esplendente de nuestra historia contemporánea. Todos hemos amado más, todos hemos valido más durante esos dias en que saliendo del carril prosáico de la existencia ordinaria, hemos vivido juntos la vida espirilual y afectiva del entasiasmo, comulgando en las fuentes sagradas de la belleza moral. Las naciones que nos contemplaban, han visto que la Es-