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LA CAMPAÑA

de la Mona, que, muy elevado, desciende hasta la bahía de Benzú, y á nuestra izquierda por otra cordillera ménos ele- vada, que corre en declive hasta la punta de Castillejos. El terreno comprendido entre estos dos nérvios es una série de montículos, que formando gargantas paralelas á la base dicha, van en gradual pendiente hasta concluir por las coli- nas del Otero en la muralla real de Céuta: la mayor elevacion de estos montículos corresponde al centro, teniendo sus ver- tientesá los mares de uno y otro lado, entre cuyas quebra- das corren varios arroyos de escasa importancia, alimenta- dos casi esclusivamente por las lluvias, y cuyo álveo torren- cial suele variar en muchos sitios de un invierno á otro, como lo patentizan las diferentes hendiduras que lo surcan. Los principales de estos arroyos son, de la parte del Medi- terráneo, el del Cañaveral, que formaba el antiguo confia de España, el de Juan de Briera, el de las Colmenas y el de las Bombas, que constituye el término conquistado en esta guerra: de la del Estrecho desembocan el arroyo de Fez, an- tiguo liadero, el de Benite, el del Medio, el del Infierno, el de Cepo y el de Benzú, actual límite. Los manantiales de agua son escasos. La vejelacion en todo este terreno era fe- racísima y muy rápida, pues podian verse en una misma planta flores, frutos verdes y frutos secos: desde el Olero hasta el Serrallo todo era prado, donde crecia abundante el palmito, palmera enana, el tomillo, el lirio, la espadaña y los zarzales; desde el Serrallo arriba todo estaba revestido de enmarañados bosques de encina y alcornoque; alrededor del Serrallo crecian, como muestra de que estábamos en un clima cálido, colosales pitas y chumberas; formando el seto vivo del jardin donde antes se recreaba el jefe, Al-Kaid de aquella fortaleza.