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LA CAMPAÑA

tambien de bosques, hasta concluir en los pelados riscos del tantas veces nombrado de la Mona.

Las tiendas eran una vivienda completamente nueva en nuestro ejército, al que durante las guerras anteriores nunca habian faltado pueblos en que alojarse con mayor ó menor estrechez; pero este recurso era completamente ilusorio en el pais despoblado y salvaje en que habíamos puesto la planta. Se habia adoptado para la tropa la tieada-abrigo, invencion del vencedor de Isli, que habia convertido en tienda el sac de campement en que antes se metia para pasar la noche el soldado francés: estas tiendas, cuya descripcion hoy dia es de todo punto innecesaria, incómodas en sumo grado, puesto que no es posible estar en ellas sino á gatas ó acos- tado, eran, sin embargo, un recurso precioso que preservaba de la lluvia al soldado.

Las tiendas de oficiales eran de dos clases; las unas cóni- cas y de bastante capacidad, y marquesinas las más, pero en cambio de las comodidades que su interior ofrecia, tenian el inconveniente de no ser tan impermeables ni resistir tan bien al embate del viento como las del soldado; la lluvia calabael lienzo á poco que durára, y ¡cuántas veces hemos tenido que agarrarnos al palo central, como el náufrago á un más- til, mientras el huracan azotaba con furor el débil lienzo!...

La cama del soldado consistia en las hojas de palmito que alfombraban su tienda, y los oficiales se acostaban sobre una capa de paja ó heno, pues raro era entonces el que tenia cama de campaña: Ja manta en aquellos, la manta y un ga- ban impermeable en estos, les servian de cobertor y no habían menester más, una vez que ni unos ni otros se despojaban de sus vestidos para dormir.

En punto al régimen alimenticio estaba muy ganancio-