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DE NANBUECOS.

tando ya la belleza sobrehumana de las huríes verdes, que el Profeta promete a los guerreros que mueren peleando por el Korán.

Debo consignar en honor de la verdad, que no reconocí entre los cadáveres ninguno de raza sajona, como entonces se dijo y escribió; pues tengo para mí que el entusiasmo de los caritativos admiradores de aquellos salvajes, nunca llegó al punto de acompañarles más que con la buena intencion en sus arriesgadas empresas.

Todos los oficiales médicos habian cumplido con su mision entrando en fuego con sus batallones; pero merece especial mencion el Sr. Sastre y Storch, que con el suyo de Cazadores de Madrid, se vió envuelto entre la morisma, y reducido á tener que defender arma en mano su persona, demostrando una vez más la bravura y serenidad que el mismo batallon habia tenido ocasion de apreciar ya en las calles de Madrid y en la toma de la Mezquita y casas fuertes.

Las compañías sanitarias prestaron su servicio de una manera heróica; á donde quiera que habia un herido allí se lanzaban á retirarlo, siendo algunos sanitarios víctimas de su ardiente celo: así, para retirar al Sr. Comandante Ochotorena, hubieron de avanzar hasta tres camillas, cayendo heridos los que llevaban las dos primeras.

Al terminar la accion on el boquete de Ányara, por la completa dispersion del enemigo, todos los heridos estaban curados. Grande habia sido su número y escaso el personal facultativo; pero la actividad y el celo habian obrado prodigios. —Quinientos heridos de todas clases, desde el general hasta el soldado, habian recibido los auxilios del arte en el punto é instante mismo en que sus ojos se volvian á buscar-