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LA CAMPAÑA

á representarse no pudiera herir la imaginacion débil de los heridos y enfermos, porque sus consecuencias hubieran sido funestas. Pedí, pues, al Capitan del buque una habitacion, á donde pudiera retirar un herido que se agravaba. Tal vez él sospechó la verdad, pero no me la preguntó: todo el buque estaba ocupado; solo quedaba disponible un gabinete dedicado á las señoras, y allí me encerré con mi enfermo, ordenando que me dejáran solo con él.

Estábamos en alta mar; faltaban aun algunas horas para llegar al puerto; no tenia botiquin: únicamente traía en la escarcela mis instrumentos quirúrgicos , inútiles ea aquella ocasion; y aquel hombre iba agravándose de minuto en minuto..... Entonces recordé que mi querido amigo D. Eduardo Sanchez Rubio, director de La España Médica , me habia regalado á mi salida de Madrid un frasco de cloroformo, que yo llevaba en el bolsillo. Pensé en la opinion, sostenida por algunos, de que el cólera no es sino una fiebre intermitente perniciosa de un solo acceso; asocié esta idea al nuevo tratamiento de las intermitentes por el cloroformo ,ensayado con tan buen éxito por mi compañero el segundo ayudante Poblacion, y concebi la esperanza de que aun podia hacer algo por la vida de este soldado; encontrando así en medio de aquel desierto líquido, un arma con que atacar al terrible morbo. Ya habia abrigado preventivamente al enfermo con dos mantas, para escitar la reaccion, y mandado hacer en da cocina abundante ¡ofusion de té; comencé, pues, desde luego á administrarle esta bebida, poniendo en cada taza ocho gotas de cloroformo, y repitiéndola con frecuencia. Los síntomas del mal continuaban, sia embargo, arreciando en intensidad; la voz del herido se estinguia, y los calambres vinieron á hacer más