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LA CAMPAÑA

Creo que mis lectores tendrán una satisfaccion en saber que este espirante enfermo se salvó de la muerte; pero hubo en los demás que yo conduje, hasta otros tres casos, cuyo resultado ignoro. Su aparicion hizo que se sospechára en Málaga la verdad , que escepto á S.E. el General, á todos oculté rigurosamente.

Basta el día 29 no hubo ocasion de embarcarme para regresar á mi puesto; ese dia esperaba la llegada del vapor Genova, en el cual iria á Céuta; pero apenas habia fondeado, ocurrió su horroroso incendio, que no es de este lugar describir. Málaga estaba consternada al ver arder dentro del puerto aquel almacen de pólvora y granadas, y todos los ánimos estaban poseidos de la mayor inquietud, temiendo á cada instante una catástrofe espantosa.

Encontrábame á la sazon con el Sr. Brigadier D. Antonio Ulibarri, y ambos fuimos al muelle á presenciar aquel luctuoso espectáculo, teniendo alli ocasion de prestar los auxilios de la ciencia á algunos soldados ingenieros que habian salido contusos. Apenas la popa de aquel hermoso vapor devorado por las llamas se sepultó bajo las ondas, me embarqué en el Cid, llevando conmigo algunas docenas de artolas para el transporte de heridos, y al dia siguiente me encontraba muy temprano en mi tienda del Serrallo.

Llegaba muy á tiempo, pues ya los moros, rehechos de su derrota del 25, venian en mayor número y con redoblado brio, á arrollar al puñado de cristianos que habia invadido su hogar natal. Muy criminal, en verdad, fué la tribu de Ányara, porque ella con sus insultos, con sus asechanzas y envestidas, fué el orígen y causa de esta guerra, y como decia un moro, Alá se lo tomará en cuenta en el dia de la retribucion; pero es justicia reconocer que eran unos