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LA CAMPAÑA

Occéano festonea sus muros, coronadas por innumerables terrados, sobre los cuales se eleva magestuosa la cúpula de la Catedral; y si tan bella me parecía á mí la antigua Gades, juzgad cuán dulce impresion sentirian los que habiendo estado la víspera tan cerca de la muerte, en tierra de moros, veían entonces ante sus ojos á su amada pátria, que tan seductora y galana jes abria sus brazos. Todos los que podian moverse estaban sobre cubierta, contemplando ávidos aquel risueño espectáculo y aguardando impacientes la hora de pisar el suelo natal.

Mientras tanto salté en la fatúa de Sanidad y fuí á dar parte de nuestra llegada á S, E. el General Rios, quien desde luego se trasladó al buque hospital, que habia dado fondo en Puntales, y allí estuyo presenciando la larga y penosa operacion de izar uno por uno á los heridos por la escotilla, para trasbordarlos á un vapor, que por su poco calado pudiera atracar al muelle, cosa que no podia hacer el Barcelona.

La mitad de los heridos fué al hospital del Puerto de Santa María, y la otra mitad, con todos los oficiales, 'á los de Cádiz: yo acompañé á estos últimos, viéndolos llevar en triunfo hasta el hospital de San Juan de Dios, donde las damas gaditanas ayudaban en su benéfica tarea á las hijas de San Vicente de Paul.

Al dia siguiente visité á los que habian ido al Puerto de Santa María, admirando de paso el hospital militar que se acababa de instalar, y que, merced á la inteligencia é ¡ucan- sable celo de los señores oficiales médicos, D. Julian Somovilla y D. Hermenegildo Gallego, y al patriótico desprendimiento de los habitantes del Puerto, habia llegado á ser el mejor de los hospitales del litoral que yo he visitado. Ningun otro llenaba tan bien todás las condiciones higiénicas nece-