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Página:La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán).djvu/152

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LA DIVINA COMEDIA.

del dulce Poeta, cuando otra que seguia detrás nos hizo volver la vista hácia su punta, á causa del confuso rumor que salia de ella.

Como el toro de Sicilia que, lanzando por primer mugido el llanto del que lo habia trabajado con su lima[1] (lo cual fué justo), bramaba con las voces de los torturados en él de tal suerte, que á pesar de estar construido de bronce, parecia realmente traspasado de dolor, así tambien las palabras lastimeras del espíritu contenido en la llama, no encontrando en toda la extension de ella, ninguna abertura por dónde salir, se convertian en el lenguaje del fuego[2]; pero cuando consiguieron llegar á su punta, comunicándole á esta el movimiento que la lengua les habia dado al pasar, oimos decir:—¡Oh tú, á quien me dirijo, y que hace poco hablabas en lombardo, diciendo:—«Vete ya, no te detengo más!»—Aun cuando yo haya llegado tarde, no te pese permanecer hablando conmigo; pues á mí no me pesa, no obstante que estoy ardiendo[3]. Si acabas de caer en este mundo lóbrego desde la dulce tierra latina, donde he cometido todas mis faltas, dime si los romañolos están en paz ó en guerra; pues fuí de las montañas que se elevan entre Urbino y el yugo de que el Tíber se desata.

Yo escuchaba aun atento é inclinado, cuando mi Guia me tocó, diciendo:—Habla tú; ese es latino[4].—Y yo,

  1. Perilo, artifice ateniense, inventó un toro de bronce, dispuesto de tal modo que introduciendo en él á un reo, y puesto sobre las llamas, los gritos de la víctima sonaban como los bramidos de un toro verdadero. Habiéndolo presentado á Faláris, tirano de Agrigento, este ordenó que el inventor fuese el primero en sufrir sus efectos.
  2. En el murmullo que hace la llama al ser agitada por el viento.
  3. Este espíritu es el conde Guido de Montefeltro, ciudad situada en un monte entre Urbino y la cumbre del Apenino, donde nace el Tiber.
  4. Hace Virgilio esta advertencia á Dante, porque así como antes no permitió que dirigiera la palabra á los griegos por temor de que estos le desdeñaran, tratándose ahora de latinos ó italianos, no abrigaba el mismo temor, por lo mismo que Dante era su compatriota.