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LA ENEIDA

seguro en el palacio de tus padres ". Dijo, y se escondid en las sombras tenebrosas de la noche.

Airados rostros se me presentan, y los grandes númenes de los Dioses enemigos de Troya. Toda llion me pareció entonces sepultada en las llamas, y Troya, la ciudad de Neptuno, volcarse desde sus profundos cimientos. Tal como el antiguo roble arraigado en lo mas alto de la montaña, cuando los labradores, empeñados á porfia en arrancarle, despedazan su tronco con los repetidos golpes de las hachas de dos filos, y vase rindiendo, y bambolea su cabellera al sacudirse su cabeza, hasta que al fin vencido por las heridas lanza el último gemido, y arrancándose del monte cae despedazado.

Desciendo, y conducido por una Diosa, atravieso por entre las llamas y enemigos. Las armas me hacen lugar y el incendio retrocede. Asi que hube llegado á los umbrales de la mansion de mi padre, antiguo palacio de mis antepasados, él á quien yo ante todo buscaba y queria primero llevar á los altos montes, se niega á sobrevivir á la ruina de Troya y sufrir el destierro. "Tú, me dice, cuya sangre tiene el fuego de la edad, y cuyas valientes fuerzas están en todo su vigor, tú huye pronto.

En cuanto á mi, si los Dioses quisieran prolongar mi vida, me hubieran conservado esta mansion[1]. Bastante es haber visto otra vez tantos desastres y demasiado sobrevivir á la rendicion de esta ciudad. Aquí, aquí mismo quedará mi cadáver. Dime el último adios.