Página:La Eneida - Dalmacio Velez Sarsfield y Juan de la Cruz Varela.pdf/260

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
259
LIBRO SEXTO

ques caen al suelo al primer frio del otoño; ó en tanta multitud como las aves que desde la alta mar se agolpan à la costa cuando la fria estacion las hace huir mas allá del Océano y se asientan en abrigadas tierras. Las mas próximas al rio, ansiosas de estar en la otra orilla, tendian las manos implorando las pasaran; mas el inficxible barquero recibe en la nave ya á estas, ya á aquellas, y echa lejos de la costa á las otras que le rodean.

Eneas, sorprendido y admirado de aquel tumulto, exclama: "¡Oh virgen! respondeme, que busca este grande concurso en este rio? ó ¿qué es lo que piden estas almas? ¿por qué esta diferencia que las unas se retiran de la ribera y las otras hienden con los remos las lividas aguas?" La anciana secerdotiza así le responde brevemente: "Hijo de Anquises, verdadero vástago de los Dioses! Tú estás viendo los profundos estanques del Cósito y de la laguna Estigia por quien los Dioses temen jurar y ofender á su divinidad[1]. Todas estas sombras que vés son de la desgraciada multitud á quien no se ha dado sepultura. Aquel barquero es Charon. Estas que transporta por agua son las de los que han sido sepultados. No es permitido atravesar estas hórridas riberas y la ronca corriente antes que sus cenizas descansen en sus sepulcros. Apdan errantes cien años revolando en torno á estas riberas, y entonces recien son admitidas á pasar el anhelado estanque." El hijo de Anquises suspendid sus pasos y se paró pensativo, compadeciendo dentro