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LA ENEIDA

serán dulces en tu acerbo duelo. Los pueblos vecinos, instigados por mil prodigios divinos, recojerán tus huesos, les levantarán un tumulo; harán sobre, tu sepulcro solemnes sacrificios, y ese lugar llevará eternamente el nombre de Palinuro". Con estas palabras aplacó sus penas y disipó en parte el dolor de su triste corazon, consolándole con que una tierra llevará su nombre.

Llegan ya al fin del camino principiado y se aproximaban al rio. Luego que el barquero Charon desde el lago Estigio los hubo visto que pasaban por el silencioso bosque y que dirijían sus pasos hacia la ribera, increpa y riñe á Eneas con estas palabras antes que él hablara: “Tú que armado marchas hácia nuestros rios, cualquiera que seas, di pronto įá qué vienes? párate ahi mismo: esta es la mansion de las sombras, de la muerte y de la eterna noche. No me es permitido pasar á los vivos en la barca infernal, ni tengo por cierto que complacerme por haber recibido en ella á Alcides, Teseo y Piritoo[1], y conducidolos por este lago, aunque eran hijos de los Dioses é invencibles por sus fuerzas. El primero encadenó con sus manos al guardian del Tártaro y le arrastro temblando desde el solio del Rey mismo de los Infiernos; los otros tentaron arrebatar á la Reina del tálamo de Pluton".

La amfriciana vate asi le responde ligeramente: "No hay en él tales insidiosas miras; no te inquietes, estas armas no vienen á hacerte violencia. Puede el enorme