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LIBRO PRIMERO

dre con su aliento habia hermoseado su flotante cabellera; le había inspirado el color rosado de la juventud y dado á sus ojos un dulce fuego. Tal cuando una hábil mano dá brillantez al márfil, ó cual la plata ó el mármol de Paros, cuando los rodea un círculo de oro puro.

Inesperado para todos, mostrose repentinamente, y habló asi á la Reina: "Aquel que buscais, vedle presente.

Eneas el Troyano está delante de vos, salvado de las ondas de la Libia. ¡Oh, la que sola compadeceis las inefables desgracias de Troya, que nos acojeis en vuestra ciudad y en vuestro palacio, á nosotros, tristes restos de los griegos, de la tierra y del mar, necesitados de todo y abrumados con el peso de tantas calamidades! No está en nuestro poder ¡oh Dido! tributaros las gracias que mereceis, ni en cuanto hay de la nacion de Dárdano esparcidos por el grande mundo. Los Dioses, si aún los númenes celestiales honran á los piadosos, si hay justicia en alguna parte, los Dioses y la conciencia de haber obrado bien os darán los dignos premios. Que siglos tan felices os vieron nacer? ¿Quiénes fueron aque- 1}os dichosos padres que tuvieron tal hija? Mientras los rios corran hacia los mares, mientras los montes vean girar las sombras de sus altas cumbres, mientras los astros[1] brillen en los cielos, cualesquiera que sean los países á donde los destinos me llamen, siempre vivirá vuestro nombre, vuestra gloria y vuestros beneficios ".

Dijo, y dió la mano derecha á su amigo Ilioneo, la