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LIBRO SEGUNDO

agitando su escudo y blandiendo su lanza. Al momento Calchas esclama que deben huir y aventurarse al mar; que ni podria ya Pérgamo ser rendida por las armas Griegas, si no volvian á Argos á pedir nuevos oráculos[1], y aplacasen á la divinidad que consigo llevaron al mar en sus naves. Ahora que con viento favorable se dirijen á Micenas, su patria, van á buscar armas y Dioses propicios; y repasando el mar, llegarán sin ser esperados. Asi Calchas esplicó los presagios. Aconsejados por él, construyeron esta efigie en vez del paladion, en bolocausto á la divinidad ultrajada, y para espiar su fatal crimen. Calchas mando que fuese una inmensa mole de robles entretejidos, que llegara al cielo para que no pudiese entrar por las puertas, ó ser llevada dentro de la ciudad y defender el pueblo, por el antiguo culto que se le dio. Pues si vuestras manos ultrajaran el don hecho á Minerva, entonces vendria (quc los Dioses mas bien conviertan este presagio contra él) una inmensa ruina á los Frigios y al imperio de Priamo. Pero si por vuestros brazos fuese introducido en vuestra ciudad, la Asia levantada vendria con grandes ejércitos contra las ciudades Peloponesas. Tales son los destinos que á nuestros nietos reservan los Hados."

Por tales perfidias, por tal artificio del perjuro Sinon, creemos lo que él dice: nos rendimos á estos engaños y á sus finjidas lágrimas, los que no habiamos podido ser domados ni por el hijo de Tideos ni por Aquiles de La-