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LA ENEIDA

para predecir los destinos futuros; y nosotros, ¡desgraciados para quienes aquel dia debia ser el último, adornamos en toda la Ciudad los templos de los Dioses, como en fiesta, con floridos ramos.

Vuelvese en tanto el firmamento y la noche se lanza del Océano, cubriendo con su inmensa sombra la tierra y el cielo y las perfidias de los Griegos. El sueño esparcia su sopor en los fatigados cuerpos de los Troyanos que en silencio reparaban en sus hogares. Y ya la falange Griega, llenando las naves, se avanzaba desde Tenedos[1] por el silencio amigo de la encubierta luna, dirijiéndose á las riberas bien conocidas. Asi que en la real popa se levantaron luces, Sinon defendido por los injustos decretos de los Dioses, libra furtivamente á los Griegos encerrados en el vientre y oscuros secretos de la máquina. El caballo abre sus flancos, los vuelve al aire libre, y alegres salen del concavo madero, y bajan por una cuerda de arriba echada, los gefes Tesandro, Esteneleo, el despiadado Ulises, Acamante y Toas, y Pirro, hijo de Aquiles, Macaon aventajado á todos, Menelao y Epeo que fue el autor mismo del engaño. Acometen á la ciudad que estaba sepultada en sueño y vino; degüellan las guardias, y abiertas las puertas, reciben á todos sus compañeros y se juntan á las lejiones conjuradas.

Era la hora en que principia el primer sueño esparciéndose dulcemente sobre los desgraciados mortales