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la sociedad : en ninguna parte en la Naturaleza se encuentra ejemplo de la aberración que se la quiere hacer que exprese. No hay organismo, no hay colonia animal donde los elementos individuales traten de destruirse mutuamente; al contrario, todos juntos luchan contra las influencias hostiles del medio, y las transformaciones funcionales que se cumplen entre ellos son diferenciaciones necesarias, cambios saludables en la organización general, no destrucciones.

Ante todo, es preciso que la vida sea tal, llegue a ser tal, que el hombre trabaje y luche únicamente por ser útil a sus semejantes: par ésto se necesita sencillamente que guarde y fortifique en sí mismo él instinto de defensa contra las fuerzas hostiles de la Naturaleza; que haya aprendido a amar el trabajo por los goces que procuran los cumplimientos queridos, propuestos y larga y obstinadamente trabajado para conseguirlos; que comprenda la extensión inmensa y la belleza sublime del esfuerzo humano. Nuestros grandes hombres, nuestros inventores, nuestros sabios, nuestros artistas, lo son porque han conservado la excelente cualidad de querer, no contra sus semejantes, sino para ellos. A los ojos de sus contemporáneos, pasan por seres extraños, y, siendo los que más en consonancia se hallan con el conjunto armónico de las leyes de la existencia, antes de alcanzar el éxito, son tenidos por visionarios.

Una educación racional será, pues, la que conserve al hombre la facultad de querer, de pensar, de idealizar, de esperar; la que esté

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