Página:La Escuela Moderna - Póstuma explicación y alcance de la enseñanza racionalista (1912).pdf/82

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hecho otra cosa, para realizar ese fin, que arrancar de cuajo, de las salas de las clases, el mutismo y la quietud insoportables, características de la muerte, y llevar en su lugar el bienestar, la intensa alegría, el alborozo. El alborozo, la intensa alegría del niño en la clase, cuando comparte con sus colegas, se asesora con sus libros, o está en compañía e intimidad con sus profesores, es la señal infalible de su interna salud : de vida física y de vida de inteligencia.

Las afirmaciones que hacemos producirán el fruncimiento del ceño de los dómines pedagogos que, por desdicha, abundan entre nosotros.

¿ Cómo ? Por ese camino derrumbamos todo el organismo educacionista que, por ser vetusto, se nos debe representar como venerable e intangible. i Cómo ? No tomamos, rectificando la conducta de nuestros padres, por medida de la importancia del estudio, el disgusto que éste proporciona a los niños! Se deja paso libre a las iniciativas del niño como camino que derechamente conduce a conseguir su cultura, sin raspar el elemento típico que individualiza su sér, en vez de someter el cerebro del educando al molde de los antojos de padres y profesores! No hay más remedio. La verdad tiene sabor a retama para sus enemigos. Una concepción más verdadera y más optimista de la vida del hombre ha obligado a los pedagogos a modificar sus ideas.

En individuos y colectividades donde ha penetrado la cultura moderna, se ve la vida desde un punto de vista contrario a las enseñanzas del sentido cristiano. La idea de que la vida es

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