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ILÍADA.

Habia de los Griegos á las naves
Una hija suya á redimir. De mucho
Valor era el rescate que traia;
Y el áureo cetro en la siniestra mano
Y en la derecha la infula de Apolo,
Asi á todos los Dánaos suplicaba,
Y señaladamente á los Atridas,
Caudillos ambos de la hueste aquea:
  «Atridas, y demás esclarecidos
«Campeones de Grecia! las deidades
«Que en las moradas del Olimpo habitan
«A vosotros de Príamo concedan
«La ciudad destruir, y á vuestros lares
«Felizmente llegar. De una hija mia
«Que me otorgueis la libertad os ruego,
«Y el rescate admitid, reverenciando
«De Jove al hijo, el flechador Apolo.»
  Al escucharle los demás Aquivos,
En fausta aclamacion todos dijeron
Que al sacrificador se respetara
Y el precioso rescate se admitiese;
Pero al Atrida Agamenon el voto
General no agradó, y al sacerdote
Con imperiosa voz y adusto ceño
Mandó que de las naos se alejase,
Y al precepto añadió las amenazas.
  «Viejo! le dijo, nunca en este campo,
«Ahora si retardas la salida,
«O en adelante si á venir te atreves,
«A verte vuelva yo; pues de mi saña
«No serán á librarte poderosos,
«Ni la ínfula del dios ni el regio cetro.
«Yo la esclava no doy: antes en Argos,