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Los heraldos Taltibio é Ideo suspenden el combate singular de Héctor y Ayax


CANTO IX
EMBAJADA Á AQUILES.—SÚPLICAS


1 Así los teucros guardaban el campo. De los aqueos habíase enseñoreado la ingente Fuga, compañera del glacial Terror, y los más valientes estaban agobiados por insufrible pesar. Como conmueven el ponto, en peces abundante, los vientos Bóreas y Céfiro, soplando de improviso desde la Tracia, y las negruzcas olas se levantan y arrojan á la orilla muchas algas; de igual modo les palpitaba á los aquivos el corazón en el pecho.

9 El Atrida, en gran dolor sumido el corazón, iba de un lado para otro y mandaba á los heraldos de voz sonora que convocaran á junta, nominalmente y en voz baja, á todos los capitanes, y también él los iba llamando y trabajaba como los más diligentes. Los guerreros acudieron afligidos. Levantóse Agamenón, llorando, como fuente profunda que desde altísimo peñasco deja caer sus aguas sombrías; y despidiendo hondos suspiros, habló á los argivos:

17 «¡Amigos, capitanes y príncipes de los argivos! En grave infortunio envolvióme Júpiter. ¡Cruel! Me prometió y aseguró que no me iría sin destruir la bien murada Ilión y todo ha sido funesto