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CANTO NOVENO

de ti. Tus tiendas están llenas de vino que las naves aqueas traen continuamente de Tracia, dispones de cuanto se requiere para recibir á aquéllos, é imperas sobre muchos hombres. Una vez congregados, seguirás el parecer de quien te dé mejor consejo; pues de uno bueno y prudente tienen necesidad los aqueos, ahora que el enemigo enciende tal número de hogueras junto á las naves. ¿Quién lo verá con alegría? Esta noche se decidirá la ruina ó la salvación del ejército.»

79 Tal dijo, y ellos le escucharon y obedecieron. Al punto se apresuraron á salir con armas, para encargarse de la guardia, Trasimedes Nestórida, pastor de hombres; Ascálafo y Yálmeno, hijos de Marte; Meriones, Afareo, Deípiro y el divino Licomedes, hijo de Creonte. Siete eran los capitanes, y cada uno mandaba cien mozos provistos de luengas picas. Situáronse entre el foso y la muralla, encendieron fuego, y todos sacaron su respectiva cena.

89 El Atrida llevó á su tienda á los príncipes aqueos, así que se hubieron reunido, y les dió un espléndido banquete. Ellos alargaron la diestra á los manjares que tenían delante, y cuando hubieron satisfecho el deseo de comer y de beber, el anciano Néstor, cuya opinión era considerada siempre como la mejor, empezó á aconsejarles; y arengándoles con benevolencia, les dijo:

96 «¡Gloriosísimo Atrida! ¡Rey de hombres Agamenón! Por ti empezaré y en ti acabaré; ya que reinas sobre muchos hombres y Júpiter te ha dado cetro y leyes para que mires por los súbditos. Por esto debes exponer tu opinión y oir la de los demás y aún llevarla á cumplimiento cuando cualquiera, siguiendo los impulsos de su ánimo, proponga algo bueno; que es atribución tuya ejecutar lo que se acuerde. Te diré lo que considero más conveniente y nadie concebirá una idea mejor que la que tuve y sigo teniendo, oh vástago de Júpiter, desde que, contra mi parecer, te llevaste la joven Briseida de la tienda del enojado Aquiles. Gran empeño puse en disuadirte, pero venció tu ánimo fogoso y menospreciaste á un fortísimo varón honrado por los dioses, arrebatándole la recompensa que todavía retienes. Veamos ahora si podríamos aplacarle con agradables presentes y dulces palabras.»

114 Respondióle el rey de hombres Agamenón: «No has mentido, anciano, al enumerar mis faltas. Obré mal, no lo niego; vale por muchos el varón á quien Jove ama cordialmente; y ahora el dios, queriendo honrar á Aquiles, ha causado la derrota de los aqueos. Mas, ya que le falté, dejándome llevar por la funesta pasión, quiero