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LA ILÍADA

hizo salir fuera de juicio con muchas y perniciosas promesas: accedió á darme los solípedos corceles y el carro con adornos de bronce del eximio Pelida, para que, acercándome durante la rápida y obscura noche á los enemigos, averiguase si las veleras naves son guardadas todavía, ó vosotros, que habéis sido vencidos por nuestras manos, pensáis en la fuga y no queréis velar porque el cansancio abrumador os rinde.»

400 Díjole sonriendo el ingenioso Ulises: «Grande es el presente que tu corazón anhelaba. ¡Los corceles del aguerrido Eácida! Difícil es que nadie los sujete y sea por ellos llevado, fuera de Aquiles, que tiene una madre inmortal. Ea, habla y dime con sinceridad: ¿Dónde, al venir, has dejado á Héctor, pastor de hombres? ¿En qué lugar tiene las marciales armas y los caballos? ¿Cómo se hacen las guardias y de qué modo están dispuestas las tiendas de los teucros? Cuenta también lo que están deliberando: si desean quedarse aquí cerca de las naves, ó volverán á la ciudad cuando hayan vencido á los aqueos.»

412 Contestó Dolón, hijo de Eumedes: «De todo voy á informarte con exactitud. Héctor y sus consejeros deliberan lejos del bullicio, junto á la tumba de Ilo; en cuanto á las guardias por que me preguntas, oh héroe, ninguna ha sido designada para que vele por el ejército ni para que vigile. En torno de cada hoguera los troyanos, apremiados por la necesidad, velan y se exhortan mutuamente á la vigilancia. Pero los auxiliares, venidos de lejas tierras, duermen y dejan á los troyanos el cuidado de la guardia, porque no tienen aquí á sus hijos y mujeres.»

423 Volvió á preguntarle el ingenioso Ulises: «¿Éstos duermen mezclados con los troyanos ó separadamente? Dímelo para que lo sepa.»

426 Contestó Dolón, hijo de Eumedes: «De todo voy á informarte con exactitud. Hacia el mar están los carios, los peonios, armados de corvos arcos, y los léleges, caucones y divinos pelasgos. El lado de Timbra lo obtuvieron por suerte los licios, los arrogantes misios, los frigios, domadores de caballos, y los meonios, que combaten en carros. Mas ¿por qué me hacéis estas preguntas? Si deseáis entraros por el ejército teucro, los tracios recién venidos están ahí, en ese extremo, con su rey Reso, hijo de Eyoneo. He visto sus corceles que son bellísimos, de gran altura, más blancos que la nieve y tan ligeros como el viento. Su carro tiene lindos adornos de oro y plata, y sus armas son de oro, magníficas, admirables, y más propias de