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LA ILÍADA

301 Aseo, el primero, y después Autónoo, Opites, Dólope Clítida, Ofeltio, Agelao, Esimno, Oro y el bravo Hipónoo. Á tales caudillos dánaos dió muerte, y además á muchos hombres del pueblo. Como el Céfiro agita y se lleva en furioso torbellino las nubes que el veloz Noto reuniera, y gruesas olas se levantan y la espuma llega á lo alto por el soplo del errabundo viento; de esta manera caían ante Héctor muchas cabezas de hombres plebeyos.

310 Entonces gran estrago é irreparables males se hubieran producido, y los aqueos, dándose á la fuga, no habrían parado hasta las naves, si Ulises no hubiese exhortado á Diomedes Tidida:

313 «¡Tidida! ¿Por qué no mostramos nuestro impetuoso valor? Ea, ven aquí, amigo; ponte á mi lado. Vergonzoso fuera que Héctor, de tremolante casco, se apoderase de las naves.»

316 Respondióle el fuerte Diomedes: «Yo me quedaré y resistiré, aunque será poco el provecho que obtendremos; pues Júpiter, que amontona las nubes, quiere conceder la victoria á los teucros y no á nosotros.»

320 Dijo, y derribó del carro á Timbreo, envasándole la pica en la tetilla izquierda; mientras Ulises hería al escudero del mismo rey, á Molión, igual á un dios. Dejáronlos tan pronto como los pusieron fuera de combate, y penetrando por la turba causaron confusión y terror, como dos embravecidos jabalíes que acometen á perros de caza. Así, habiendo vuelto á combatir, mataban á los teucros; en tanto los aqueos, que huían de Héctor, pudieron respirar placenteramente.

328 Dieron también alcance á dos hombres que eran los más valientes de su pueblo y venían en un mismo carro, á los hijos de Mérope percosio: éste conocía como nadie el arte adivinatoria, y no quería que sus hijos fuesen á la homicida guerra; pero ellos no le obedecieron, impelidos por el hado que á la negra muerte los arrastraba. Diomedes Tidida, famoso por su lanza, les quitó la vida y les despojó de las magníficas armaduras. Ulises mató á Hipódamo y á Hipéroco.

336 Entonces el Saturnio, que desde el Ida contemplaba la batalla, igualó el combate en que teucros y aqueos se mataban. El hijo de Tideo dió una lanzada en la cadera al héroe Agástrofo Peónida, que por no tener cerca los corceles no pudo huir, y esta fué la causa de su desgracia: el escudero tenía el carro algo distante, y él se revolvía furioso entre los combatientes delanteros, hasta que perdió la vida. Atisbó Héctor á Ulises y á Diomedes, los arremetió gritando, y pronto siguieron tras él las falanges troyanas. Al verle, estremecióse el valeroso Diomedes, y dijo á Ulises, que estaba á su lado: