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LA ILÍADA

345 Los dos hijos poderosos de Saturno, disintiendo en el modo de pensar, preparaban deplorables males á los héroes. Júpiter quería que triunfaran Héctor y los teucros para glorificar á Aquiles, el de los pies ligeros; mas no por eso deseaba que el ejército aqueo pereciera totalmente delante de Ilión, pues sólo se proponía honrar á Tetis y á su hijo, de ánimo esforzado. Neptuno había salido ocultamente del espumoso mar, recorría las filas y animaba á los argivos; porque le afligía que fueran vencidos por los teucros, y se indignaba mucho contra Júpiter. Igual era el origen de ambas deidades y uno mismo su linaje, pero Jove había nacido primero y sabía más; por esto Neptuno evitaba el socorrer abiertamente á aquéllos; y transfigurado en hombre, discurría, sin darse á conocer, por el ejército y le amonestaba. Y los dioses inclinaban alternativamente en favor de unos y de otros la reñida pelea y el indeciso combate; y tendían sobre ellos una cadena irrompible é indisoluble que á muchos les quebró las rodillas.

361 Entonces Idomeneo, aunque ya semicano, animó á los dánaos, arremetió contra los teucros, llenándoles de pavor, y mató á Otrioneo. Éste había acudido de Cabeso á Ilión cuando tuvo noticia de la guerra y pedido en matrimonio á Casandra, la más hermosa de las hijas de Príamo, sin obligación de dotarla; pero ofreciendo una gran cosa: que echaría de Troya á los aqueos. El anciano Príamo accedió y consintió en dársela; y el héroe combatía, confiando en la promesa. Idomeneo tiróle la reluciente lanza y le hirió mientras se adelantaba con arrogante paso: la coraza de bronce no resistió, clavóse aquélla en medio del vientre, cayó el guerrero con estrépito, é Idomeneo dijo con jactancia:

374 «¡Otrioneo! Te ensalzaría sobre todos los mortales si cumplieras lo que ofreciste á Príamo Dardánida cuando te prometió su hija. También nosotros te haremos promesas con intención de cumplirlas: traeremos de Argos la más bella de las hijas del Atrida y te la daremos por mujer, si junto con los nuestros destruyes la populosa ciudad de Ilión. Pero sígueme, y en las naves que atraviesan el ponto nos pondremos de acuerdo sobre el casamiento; que no somos malos suegros.»

383 Hablóle así el héroe Idomeneo, mientras le asía de un pie y le arrastraba por el campo de la dura batalla; y Asio se adelantó para vengarle, presentándose como peón delante de su carro, cuyos corceles, gobernados por el auriga, sobre los mismos hombros del guerrero resoplaban. Asio deseaba en su corazón herir á Idomeneo;