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CANTO DÉCIMOSÉPTIMO

560 Respondióle Menelao, valiente en la pelea: «¡Padre Fénix, anciano respetable! Ojalá Minerva me infundiese vigor y me librase del ímpetu de los tiros. Yo quisiera ponerme al lado de Patroclo y defenderle, porque su muerte conmovió mucho mi corazón; pero Héctor tiene la terrible fuerza de una llama, y no cesa de matar con el bronce, protegido por Júpiter, que le da gloria.»

567 Así se expresó. Minerva, la diosa de los brillantes ojos, holgándose de que aquél la invocara la primera entre todas las deidades, le vigorizó los hombros y las rodillas, é infundió en su pecho la audacia de la mosca, la cual, aunque sea ahuyentada repetidas veces, vuelve á picar porque la sangre humana le es agradable; de una audacia semejante llenó la diosa las negras entrañas del héroe. Encaminóse Menelao hacia el cadáver de Patroclo y despidió la reluciente lanza. Hallábase entre los teucros Podes, hijo de Eetión, rico y valiente, á quien Héctor honraba mucho en la ciudad porque era su compañero querido en los festines; á éste, que ya emprendía la fuga, Menelao atrevesólo con la broncínea lanza que se clavó en el ceñidor, y el teucro cayó con estrépito. Al punto, Menelao Atrida arrastró el cadáver desde los teucros adonde se hallaban sus amigos.

582 Apolo incitó á Héctor, poniéndose á su lado después de tomar la figura de Fénope Asíada; éste tenía la casa en Abido, y era para el héroe el más querido de sus huéspedes. Así transfigurado, dijo el flechador Apolo:

586 «¡Héctor! ¿Cuál otro aqueo te temerá, cuando huyes temeroso ante Menelao, que siempre fué guerrero débil y ahora él solo ha levantado y se lleva fuera del alcance de los teucros el cadáver de tu fiel amigo á quien mató, del que peleaba con denuedo entre los combatientes delanteros, de Podes, hijo de Eetión?»

591 Tales fueron sus palabras, y negra nube de pesar envolvió á Héctor, que en seguida atravesó las primeras filas, cubierto de reluciente bronce. Entonces el Saturnio tomó la esplendorosa égida floqueada, cubrió de nubes el Ida, relampagueó y tronó fuertemente, agitó la égida, y dió la victoria á los teucros, poniendo en fuga á los aqueos.

597 El primero que huyó fué Penéleo, el beocio, por haber recibido, vuelto siempre de cara á los teucros, una herida leve en el hombro: Polidamante, acercándose á él, le arrojó la lanza, que desgarró la piel y llegó hasta el hueso.—Héctor, á su vez, hirió en la muñeca y dejó fuera de combate á Leito, hijo del magnánimo Alectrión; el cual huyó espantado y mirando en torno suyo, porque ya no espe-