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Solamente por sí todas se armaban.
Iba entre todas ellas, confiado
En su mucho valor y su denuedo,
Exhortando á la guerra, pues queria
Vengar el rapto de la hermosa Elena,
Sus gemidos copiosos y su pena.
 El venerable Nestor conducia
Noventa huecas naves, y era Xefe
De los pueblos de Pylos, de la Arene
Agradable terreno y delicioso,
De Thryo, donde Alpheo es vadeable,
De la alta ciudad de Epy y Ciparisa,
De Pteleo, Amphigena, Helos y Doria,
Donde hallaron las Musas á Thamyris
El Thracio, que venia de Echalia
De casa el Rey Euryto, y castigaron
Su orgullo y vanidad, pues se jactaba
De que siempre en la música tendria
La victoria mayor, aunque las Musas
Hijas del grande Júpiter, viniesen
A cantar con él solo en desafío.
Estas Diosas, de furia arrebatadas
Por su grande insolencia, lo privaron
De la vista y la voz, y de este modo
Hicieron que olvidase la armonía,