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Por el mismo camino que vinieron.
 Héctor y el noble Ulises aquel campo
Miden primeramente, despues echan
En un yelmo las suertes, y las mueven,
Para ver de los dos quien el primero
Debia arrojar la aguda y ferrea lanza.
Las tropas dirigian mientras tanto,
Levantando las manos ácia el Cielo,
Sus ruegos á los Dioses, y se oían
Los gritos de unos y otros que decian:
 „¡Oh Padre Jove, que en el Ida imperas
„De magestad y gloria circuído!
„Haz que el autor funesto de estos males
„Que padeciendo estamos , quede muerto,
„Que á la casa de Averno baxe al punto,
„Y despues de su muerte miserable,
„Que hagamos una paz firme y durable.”
 Todos asi decian en voz alta.
En tanto el belicoso Héctor, volviendo
La cabeza ácia trás, mueve las suertes,
Y sale la de Páris la primera.
Despues de esto se sientan por su orden
Todas aquellas tropas, cada uno
Inmediato á sus armas y Caballos,
El esposo de Elena, el bello Páris