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Y se le cae al punto de la mano.
Da un gemido profundo el grande Atrida;
Y mirando ácia el Cielo exclama, y dice:
„¡Oh gran Jove ninguno de los Dioses
„Mas dañoso es que tú, pues yo esperaba
„Vengarme del ultrage y de la injuria
„Que Páris me ha causado ; mas ya veo
„Mi espada hecha pedazos en la mano,
„Y que arrojé mi lanza muy en vano.”
 Dixo; y acometiendole furioso
Le coge por el yelmo, y con fiereza
Lo arrastra ácia la parte de los Griegos.
La correa brillante con que atado
Iba el yelmo por báxo de la barba,
Ya sufocaba á Páris, y sin duda
Se lo hubiera llevado y adquirido
Una gloria inmortal, si en el instante
Venus, hija de Jove, no lo advierte,
Y la fuerte correa le desata.
Como el yelmo no estaba ya afirmado,
Sigue la mano fuerte de este Héroe,
Quien lo arroja furioso ácia los Griegos.
Sus amigos de tierra lo levantan,
Y él siempre deseoso de su sangre,
Segunda vez le invade con denuedo.