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Eligió su señal, y las echaron
En el yelmo del fuerte y claro Atrida.
Entonces los Soldados suplicaban
Levantando las manos á los Dioses,
Y cada qual mirando al ancho Cielo
De este modo decia: o» Padre Jove,
„Haz que toque la suerte al grande Ayax,
„O al hijo de Tydeo valeroso,
„O al gran Rey de Mycenas poderoso.”
 Asi decian; y el Gerenio Nestor
Las suertes removia. La primera
Que del yelmo salió fue la de Ayax,
Que era la que querian los Soldados.
La toma el Rey de Armas, y la muestra
A todo aquel congreso, yendo en torno
A derecha y siniestra de los Griegos.
Ninguno la tomó por no ser suya:
Mas yendo al rededor de la asambléa
Llegó en fin al gran Ayax, que en el yelmo
Su señal habia echado : en el instante
La mano le alargó, y el Rey de Armas
Estando cerca de él, le dió la suerte;
La conoció al mirarla, por el sello,
Y lléno de contento y alegria,
Inmediato á sus pies la arrojó entonces,