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„Para que Héctor conozca la pujanza
„Con que sé manejar mi aguda lanza.”
 Dixo, y el viejo Nestor le obedece.
Esthenelo y el fuerte Eurymedonte
Amante de proezas, se quedaron
Cuidando los Caballos del gran Nestor,
Y éste al carro subió junto á Diomédes.
Nestor toma las riendas en la mano,
Con un sumo artificio fabricadas,
Y agitando los ágiles Caballos
Llegan muy brevemente cerca de Héctor,
Que á su encuentro venia. El gran Diomédes
Viendo que se acercaba, le dirige
Con ímpetu su dardo: yerra el golpe,
Y al valiente Eniopeo, su escudero,
Que llevaba las riendas en la mano,
Da en el pecho inmediato á una tetilla,
Cae del carro, y le falta fuerza y alma.
Sus veloces Caballos espantados
De su grande caída, retroceden.
Héctor siente un dolor muy penetrante
Por la suerte infelíz de su escudero;
Mas le dexa entre el polvo revolcado.
Otro audáz escudero busca al punto,
Y no están sus Caballos mucho tiempo