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echo muy de ménos, porque era por extremo pintoresco.

Me refiero al pitre ó al bamquista, que ántes de comenzar la funcion se coloca en la parte exterior de la barraca y anuncia con chistosa prosopopeya lo que se va á representar, presentando los actores al publico y haciendo lo que se llama la parada. Me sirvo de estos términos afrancesados porque no tienen equivalente en español, donde no existiendo la cosa no existen tampoco palabras para designarla.

El banquista, pues, es el introductor de los titiriteros, cómicos de la legua y otros saltimbanquis análogos que forman el personal de las compañías ambulantes consagradas á explotar las ferias. El presenta con énfasis irónico y un aplomo que arrebata á las turbas al sacamuelas del Emperador de Marruecos: al pedicuro de su Graciosa Majestad la Reina de la Gran Bretaña; al sabio químico que amuela las navajas del Czar de Rusia; á la dama mal lavada que dice la buenaventura á las archiduquesas de Austria; al genizaro que barniza las botas de los magyares húngaros, y al general argentino que ocupa los ocios de la emigracion estañando las cacerolas del rey de Suecia y quitando las manchas á los señores de la córte que reside en el palacio de las Necesidades.

Es preciso oirle cuando explica el argumento de la Torre de Vesle, y ora se sublima en lirismo describiendo el temperamento de fuego de Margarita de Borgoña, ora se indigna con los frios asesinatos que coronaban la orgia. No hay nada más salado.

Y es igualmente entretenido el ver cerca de las casllas con ruedas, donde viaja y se alberga la compañia trashumante, á las Lucrecias, Cornelias y Penélopes entregadas, en los intermedios, á las faenas caseras. Quien no ha visto á Juana de Arco dando de mamar á dos gemelos, á Blanca de Castilla jabonando unos pañales, a Maria de Médicis espumando el puchero, y á Judith desplumando un pollo cazado con lazo en algun vecino gallinero, no tiene idea de las vicisitudes humanas y de la gaya vida de los artistas de la feria.

Este es el elemento tradicional que conservan las ferias francesas, y que las hace amables á mis ojos. El me recuerda á su historiógrafo Scarron, el alegre autor del Roman comique: á Callot, que fijó en sus aguas fuertes estos tipos fantásticos; y, sobre todos, á nuestro divino Cervántes, que tantas y tan sabrosas cosas nos refiere en su libro inmortal sobre los cómicos de la legua.

Si las compañías ambulantes prosperan, los teatros permanentes decaen en esta época del año en que la canicula comienza á enviarnos sus heraldos. No obstante, gracias á las tormentas inusitadas que han hecho del mes de Junio espirado una plaga, los espectáculos cubiertos han estado algo más concurridos que de ordinario y han permitido el estreno en buenas condiciones de algunas nuevas producciones.

La única digna de traspasar las casillas del resguardo es la titulada el Proceso Jeauzadieur, comedia en tres actos que ha alcanzado merecido éxito y desencantado el teatro del Vaudeville, famoso por sus fiascos. El principal mérito que á mis ojos tiene esta amenisima produccion es que no puede ser traducida, por ser su argumento esencialmente local y sus chistes y situaciones no susceptibles de exportacion.

Creo, por lo mismo, excusado analizar la obra cuyo atractivo consiste casi exclusivamente en la viveza del diálogo y en lo perfecto de la ejecucion.

Ya que hablo de teatros he de mencionar la aparicion de un libro consagrado al arte dramático y debido a la pluma llena de colorido del crítico más eminénte que hoy posee la prensa francesa, M. Paul de Saint Victor. Lleva esta obra por titulo Las Dos Caretas, y es un estudio concienzudo del teatro cómico y del trágico desde sus origenes, es decir, empezando por la escena griega hasta el teatro moderno.

Pero basta de charla: el número que va en la cabeza de esta cuartilla me advierte que he llegado al término de mi excursion al traves de la crónica parisiense, y que hay que hacer punto final.

Estamparé aquí algunos pensamientos surgidos en un banquete de periodistas de la semana espirada y que van á dar la vuelta á la prensa bajo el velo del pseudónimo, porque no son obra exclusiva de nadie, y con estas sentencias habré dado cima á lo que, si VV. lo permiten, llamaré mi mision:

«Durante su vida entera la mujer no tiene sino una idea fija, ser amada: por su amante, por su marido ó por sus hijos.»

«Las mujeres quieren á los calaveras, porque los calaveras tienen por principal ocupacion querer á las mujeres. »

«Las coquetas son como las veletas, no se fijan sino cuando están enmohecidas. »

«Si no es V. todo para ella, no es V. nada. »

« Una mujer es déspota ó esclava.

» En el primer caso dice de su amante:

»—¡Qué tonto!

» En el segundo:

»—¡Qué monstruo!»

Lectoras, perdonad al cronista, que no es el autor de estos irrespetuosos pensamientos, sino un simple fiel de fechos. Como amigo leal vuestro cree deber informaros de las voces que corren. A VV. les toca desmentirlas.

PICO DE LA MIRANDOLA.


BOCETOS MUSICALES
NERON.
I.

Sí, lector amado; ese monstruo, ó mejor dicho, aquel monstruo en quien la naturalez apareció degradarse haciéndolo fuente de todos los vicios y encarnacion de las maldades todas, era músico, era ¡cantante!

No te asombre, pues, que bajo el título, un tanto extraño quizá para tí, de boceto musical, presente ante tus ojos la vida y milagros del parricida, fratricida, incestuoso, brutal y bárbaro emperador romano, cuyos crímenes sin cuento no ha podido atenuar (por más que álguien lo haya pretendido) el entusiasmo sin límites, el verdadero delirio que hubo siempre de manifestar por el divino arte de la música.

Y como he pensado ¡oh lector! que una biografia artístico-musical de Neron podria enterarte de cosas y casos de sobra curiosos y entretenidos, y áun quizá ignorados por tí, heme decidido á condimentar para tu particular uso un manjar literario en el que me permitiré mezclar un tanto de fantasía de mi propia cosecha con las minuciosas, interesantísimas y frias descripciones de Suetonio.

Con el citado autor y alguno que otro escritor moderno que se ha ocupado de la entidad artística de Neron, he reunido los materiales suficientes para la realizacion de mi empresa, cuyo éxito ya sólo depende de tu benévola atencion. Entro en materia.

II.

Nació Neron en Antium el dia décimoctavo de las calendas de Enero (18 de Diciembre) en el año 60 despues de Jesucristo. Descendia de la ilustre familia de los Domicios Barba de cobre (. Enobarbus), uno de los cuales empleaba en sus discusiones argumentos tan contundentes como el de arrancar un ojo á un caballero romano que se permitia poner en duda la fuerza de dialéctica de su interlocutor.

No bien hubo nacido el hijo de Agripina, cuando los amigos de la familia corrieron á felicitar á Domicio. La respuesta de éste fué notable: «Nada —dijo —puede nacer de Agripina y de mí que no sea detestable y funesto para el bien público.»

La franqueza algo brutal del padre demuestra hasta qué punto fué buena la estrella que presidió al nacimiento del hijo, circunstancia, sin embargo, que no obsta para que Suetonio afirme que Neron nació por la mañana temprano y á la salida del sol, de suerte que los rayos de éste hirieron al niño ántes de que tocara la tierra.

Tres años tenía Neron cuando perdió á su padre. Dejóle éste heredero de su fortuna en un tercio; pero la mala fe y perversidad de su coheredero Cayo hizo que Neron quedara sumido en la mayor indigencia y abandonado completamente, puesto que el referido Cayo no se contentó con despojar á Neron de la parte de herencia que de derecho le correspondia, sino que inmediatamente mandó desterrar á Agripina.

En tan triste situacion Neron hubiera tal vez sucumbido bajo el peso de la miseria, á no haberle recogido por caridad su tia Lépida. A casa de Lépida fué, en efecto, á parar el desgraciado niño, y allí aprendió prematuramente á soportar con resignacion los desprecios y malos tratamientos que lleva consigo el infortunio.

Privado del cariño de su tia, que no se cuidaba ni en poco ni en mucho de aquel mendigo; despreciado por los sirvientes de Lépida; pobre, solo y abandonado á sí mismo, Neron pasaba los dias abatido y triste, recorriendo, presa del mayor desconsuelo, todos los departamentos de la casa, miéntras se incubaban quizá en su alma vírgen, en su espíritu inconsciente los gérmenes de aquella espantosa barbarie que tan triste y colosal renombre habian de proporcionarle más tarde.

Una circunstancia fortuita vino al fin á destruir la monotonía y tristeza que dominaban á Neron en casa de su tia. Dos humildes amigos y asiduos comensales de Lépida se fijaron un dia en el pobre recogido, hablaron con él, simpatizaron entre sí y acabaron últimamente por encargarse de la educacion de Neron.

Estos dos amigos leales, cuyos nombres no ha conservado la historia, eran un barbero y un bailarin, es decir, y para valernos de términos modernos, un artista en capilografía y un coreógrafo.

¡Un rapa barbas y un bolero! Tales fueron los primeros maestros del que más tarde habia de ser discípulo y protector de Séneca!

Neron pasaba largas horas conversando con sus dos profesores y escuchábalos siempre con la mayor atencion. El bailarin era, sin embargo, aquel cuyas narraciones más interesaban al niño, y una de estas narraciones hizo que Neron mostrase ya sin rebozo el particular interes con que miraba todo cuanto al arte se referia. La narracion fué la siguiente:

Entreteníase el bolero en relatar á Neron los grandes hechos de los artistas de aquel tiempo, y hacíase lenguas sobre el mérito del histrion Moester y del bailarin Apéles, cuando de pronto dirigióse á Neron con muestras de grande interes, y hablóle de esta manera:

— Entre los acontecimientos interesantes de estos tiempos, y uno de los más recientes y curiosos, es el que se refiere á Calígula. Tres senadores romanos sintieron golpear fuertemente en las puertas de sus casas á las altas horas de la noche. Levantáronse despavoridos y supieron que Calígula los llamaba á palacio para el despacho de un asunto gravísimo y urgente. Corrieron los senadores, entraron inmediatamente en la morada del César, y grande fué la sorpresa al encontrarse á éste vestido de comediante. No bien fué verlos, cuando Calígula empezó á bailar de una manera desaforada, haciendo cuartas y trenzados, saltando y brincando, hasta que, despues de todo género de contorsiones, terminó su faena con una formidable pirueta, pirueta extraña, pirueta completamente nueva, pirueta, en fin, grande y sublime entre todas las piruetas.

Sofocado por el cansancio y bañado el rostro en sudor, volvióse Calígula á los senadores, y exclamó: «— ¿Qué os ha parecido esta pirueta? La acabo de inventar ahora mismo, y os he llamado para saber vuestra opinion.»

Al oir la relacion de hecho artístico tan importante, Neron no vaciló ya un momento. Aquel emperador que mandaba despertar á tres elevados personajes á las cuatro de la madrugada para consultarles sobre el mérito de una pirueta, entusiasmó de tal manera al discípulo del coreógrafo, que desde aquel instante entregóse en cuerpo y alma al arte, siguiendo punto por punto los consejos del maestro y tratando de imitar todos los modelos que el bailarin le presentaba.

Los adelantos de Neron fueron tan rápidos, que ya á la edad de diez años tomó parte en los juegos troyanos, obteniendo grandes aplausos, con inmensa satisfaccion del barbero y el bailarin, que se mostraban justamente orgullosos del éxito de su jóven discípulo.

Un año despues la situacion de Neron cambió por completo. La fortuna que Cayo le habia usurpado volvió á su poder; Agripina regresó á Roma con mayor influencia y poderío que la que tenía ántes de su destierro y, como digno coronamiento de tanta felicidad, el imbécil Claudio adoptó á Neron, poniéndole bajo la direccion del entónces ya senador y celebérrimo filósofo Séneca.

¿Cuál fué la suerte del bailarin y el barbero en este período de fortuna? No lo sabemos, ni la historia dice nada acerca de tan importante particular; pero no sería arriesgado creer que Neron, generoso, digno y honrado en los primeros meses de su dominacion, cuidaria seguramente del porvenir de los que fueron sus primeros amigos, de los que hicieron por vez primera latir su corazon á irupulsos de un arte que con tan ferviente entusiasmo cultivó despues y que tantos triunfos hubo de proporcionarle.

III.

No habian aún trascurrido seis años desde la adopcion de Neron por Claudio, cuando Agripina, muy experta por lo visto en materias de arte culinario. condimentó aquel célebre plato de setas que tenía el privilegio de impedir en absoluto la digestion. Claudio, á quien las setas iban dirigidas, tomólas con fruicion soberana, y es fama que la peligrosa suculencia del manjar y la superior calidad del condimento sumieron al emperador en un letargo tal, que ésta es la hora en que áun no ha podido despertarse.

Agripina tenía fijos sus ojos en Neron para el sólio imperial, miéntras Claudio parece mostraba veleidades de este género con respecto á Británico, hermanastro de Neron é hijo de Mesalina. Del choque de estas dos preferencias nació el plato de setas que dió al traste con la vida de Claudio y aseguró el imperio á Neron.

Diez y siete años contaba éste cuando le anunciaron la muerte de Claudio. Nombrado inmediatamente emperador, se dirigió en litera al campo, arengó á los soldados, volvió precipitadamente á palacio en medio de una lluvia torrencial, respiró fuertemente diferentes veces, vocalizó un rato, se convenció de que el mal tiempo no le habia proporcionado un fuerte catarro, y mandó llamar en seguida á Terpnus, el célebre artista, gran tañedor de lira y distinguido cantante.

Dueño y árbitro soberano de Roma, rico, poderoso y sin obstáculos que se opusieran ya al completo logro de sus designios, Neron se dedicó con verdadera furia á su pasion favorita, á la música.

Encerróse con Terpnus, hízole tocar y cantar sin descanso durante varios dias, y embriagado por las dulces armonías de la cítara y las facultades vocales del citarista,