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renidad del justo: llegó á sorprenderle la muerte cuando él estrechaba en su seno la imágen de Jesucristo crucificado, y apretaba á la vez con efusion las manos de su inconsolable esposa, á quien amaba tiernamente.

En la tierra ha dejado una memoria honrada y dignísima, y sazonados frutos de su breve pero laboriosa carrera.

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EL « BENEDICITE » DEL ABUEL0.

(Dibujo original de V. Becquer.)

Llegad á un pueblo de Castilla, y si penetrais en la modesta vivienda de algun anciano labriego, todavia sorprenderéis acaso la patriarcal escena que representa el grabado de la pág. 2), copiada por el malogrado Becquer en una escondida aldea de la provincia de Avila.

Es la hora de comer: la hirviente sopa está ya puesta en el banquillo, cubierto de blanco y tosco lienzo, y alrededor se agrupan los individuos de una dilatada familia, sentados en pobres escaños. Toma el abuelo una hogaza en la mano izquierda, hace sobre ella el signo de la cruz, y pronuncia con fe envidiable y reposado acento el solemne Benedicite, Deus.....

¡Santas y patriarcales costumbres de la piadosa y morigerada España! La civilizacion moderna, lo que hemos dado en llamar civilizacion y progreso, va pasando por encima de vosotras como afilada guadaña por campo de doradas mieses.

PALOMA MENSAJERA BELGA,

propiedad de D. Nilo María Fabra.

Hace dos ó tres años que el Sr. D. Nilo María Fabra, director de la Agencia telegráfica que lleva su nombre, introdujo en España las palomas mensajeras belgas, con objeto de establecer palomares en varios puntos de la Peninsula para poder suplir al telégrafo eléctrico en el caso de interrupcion de comunicaciones; y la que representa el grabado de la pág. 32 es copia al natural de una de aquellas aves.

Precisamente dentro de breves dias llegará á Madrid una escogida coleccion de palomas mensajeras que regala al ministerio de Marina el organizador del palomar central de Guerra del gabinete frances, con el objeto de que sean ensayados en nuestro país los servicios tabelarios de tan utiles aves.

Nuestros antiguos suscritores recordarán que en varios números de LA ILUSTRACION de 1870 y 1871 hemos tratado extensamente de los servicios que prestaron en Francia, durante la guerra franco-alemana, aquellos alados mensajeros.

EUSEBIO MARTINEZ DE VELASCO


CRÍTICA LITERARIA

EL ESCÁNDALO.

por Don Pedro Antonio de Alarcón.


Es privilegio del verdadero talento acometer con éxito las más dificiles empresas, orillar las más arduas dificultades, y áun violentar la propia naturaleza, empeñándola en intentos á que no la llamaban quizas sus nativas condiciones. El genio difícilmente se adapta á violencias semejantes: espontáneo, impetuoso, tal vez desordenado, rara vez se aparta del natural camino por donde le llevan sus propios impulsos; el talento, más dúctil y flexible, si ménos brillante y grandioso, reviste con igual lucimiento las formas más opuestas, acomete los intentos más contradictorios, sin alcanzar acaso los triunfos prodigiosos del genio, pero sin exponerse, en cambio, á ruidosas caidas.

Confirmacion elocuente de lo que decimos es el señor don Pedro Antonio de Alarcon. Escritor de más ingenio y fantasía que profundidad filosófica, más poeta que pensador, más dado á fantásticos ensueños, á donosas burlas ó á discretos y ligeros juegos del entendimiento, que á graves meditaciones, á disquisiciones eruditas y á investigaciones profundas, parecia destinado el Sr. Alarcon por la naturaleza á ser uno de esos escritores donosos, brillantes y ligeros, en quienes ante todo se aplaude la gracia chispeante del estilo, la viveza de la imaginacion y el donaire y agudeza del entendimiento, y de los cuales ni se esperan ni se exigen las concepciones grandiosas, trascendentales y profundas que á espíritus más reflexivos y graves se demandan. Tenía hecha su reputacion como inimitable narrador de viajes y como incomparable cultivador de ese género de novelas ingeniosas y ligeras en que suelen ser maestros los franceses, y lo fueron en más felices tiempos los españoles. En tales condiciones parecia en él temeraria y arriesgada empresa la de lanzarse á un género nuevo, y hasta cierto punto extraño á sus especiales aptitudes, cual es la novela psicológica, basada principalmente en el estudio atento y la pintura fiel de los caractéres, en la descripcion de las luchas que pasiones é intereses, deberes y sentimientos, ideas y creencias se libran en el fondo de la conciencia humana, é inspirada por lo comun en una alta concepcion moral ó filosófica, cuyo resultado es una intencionada, profunda y trascendental enseñanza. No es maravilla, por tanto, que áun los que más confianza tenian en las relevantes cualidades del Sr. Alarcon desconfiáran de la empresa y temieran un fracaso, que era en realidad muy probable, por no decir seguro.

Nada de esto ha sucedido por fortuna. El talento del Sr. Alarcon ha vencido, ó al ménos orillado, la mayor parte de las dificultades que le ofrecia su atrevida empresa, y á vuelta de algunas caidas,—ménos numerosas y graves de lo que era licito esperar, —ha logrado dar cima á sus intentos, acreditando que para el talento no hay imposibles, y ofreciendo al público una novela que, sin ser perfecta en su género, es, sin embargo, un feliz ensayo de él, y es á la vez una de las novelas más notables y una de las obras más bellamente escritas que registra nuestra literatura nacional en el presente siglo.

Toda novela del género que pudiera llamarse psicológico, y áun psicológico-social, es juntamente una concepcion moral y filosófica y una concepcion artística, y en tal concepto ha de ser necesariamente objeto de dos juicios que versen sobre cada uno de estos dos aspectos, pudiendo acontecer que léjos de ser perfecta en ambos, peque en uno de ellos, quedando su elemento artístico por bajo de su elemento filosófico ó vice versa. Rara vez suelen rayar á igual altura entrambos elementos: por regla general, ó en el autor el filósofo aventaja al artista, ó el artista supera al filósofo, reproduciéndose, como es natural, este fenómeno en la obra. Lo primero se observa, por ejemplo, en las novelas del Sr. Valera; lo segundo se verifica en la última novela del Sr. Alarcon.

Pensamos en el presente articulo reunir los dos juicios á que nos referimos, de tal suerte que aparezcan fundidos en uno solo, aunque sin dejar por esto de establecer entre ellos la separacion debida; y atentos á simplificar en lo posible nuestro trabajo, comenzaremos por hacer algunas consideraciones sobre la forma externa de la novela, para poder despues consagrarnos con mayor detenimiento al exámen de sus elementos internos.

De la forma externa, esto es, del estilo y lenguaje poco tenemos que decir. Se trata de una obra del señor Alarcon, y con esto basta para comprender que en este terreno sólo elogios, y elogios calorosos y entusiastas, han de brotar de nuestra pluma. Nadie entre nosotros aventaja, —quizá nadie iguala siquiera, — al Sr. Alarcon en lo que se llama el buen decir. Sencillo y natural, sin caer en la vulgaridad prosaica; ligero y fácil sin pecar de desaliñado; brillante sin afectacion; culto y castizo sin amaneramiento; verdadero y natural en la expresion de los afectos; claro y preciso en la emision de las ideas; flúido y ameno en las narraciones; lleno de colorido en las descripciones; inimitable en el diálogo, el Sr. Alarcon es uno de los estilistas más originales, uno de los hablistas más puros, uno de los escritores más delicados, amenos y discretos que tenemos en España, y es por esto (aparte de otras cualidades, y principalmente bajo el aspecto artístico) el primero de nuestros novelistas. Con decir, ademas, que el Sr. Alarcon ha mirado con singular cariño su última novela, y que por tanto estas cualidades están llevadas en ella al más alto grado de perfeccion, fácil será comprender que El Escándalo es, bajo este concepto, un verdadero modelo, á tal punto, que los graves defectos que despues señalarémos nunca bastarán á oscurecer estos méritos ni á eclipsar su fama, que sobrevivirá á la ruina de la obra, bajo el concepto filosófico, si por ventura su fondo no pudiera sostener la comparacion con la forma. Habia de reputarse El Escándalo como una concepcion absurda, y la excelencia de su forma bastaria á librarla del olvido.

Y rendido este justísimo tributo á los méritos del escritor, pasemos á ocuparnos de lo interno de su obra, es decir, de la idea que la inspira, del propósito que la mueve, y de los personajes y sucesos en que esta idea y este propósito se encarnan.

La idea de la novela es profundamente moral y verdadera, y se puede formular en los términos siguientes: El escándalo es una espada de dos filos que hiere al mismo que la maneja. Las consecuencias del escándalo ceden, á la corta ó á la larga, en daño del escandaloso, á tal punto que puede suceder (como sucede en la novela) que la mala fama, merced al escándalo adquirida, sea tal que impida, ó al ménos dificulte la rehabilitacion del culpable, haciendo que sus propósitos de enmienda no merezcan crédito y que en cambio lo obtengan las calumnias que se le levanten, harto verosímiles y justificadas por su pasada conducta.

Y en efecto, el protagonista de El Escándalo, audaz y desatentado calavera que ha escandalizado al mundo con sus extravios, llega al cabo á arrepentirse de ellos sinceramente, merced al benéfico influjo de un amor ideal y puro. Y cuando la fortuna le sonrie, cuando la rehabilitacion le espera, cuando va á ser al cabo honrado y feliz, una horrible calumnia levantada contra él por el despecho de una mujer indigna,— calumnia de que no puede defenderse, tanto porque las apariencias le condenan, como porque su pasada conducta la hace verosímil,—lo pone al borde del abismo y está á punto de hacerle perder todos sus bienes y esperanzas, salvándose solamente merced á una serie de heroicos y dolorosos sacrificios, sin los cuales le fuera imposible toda justificacion.

Originase de aquí, como el lector comprenderá fácilmente, una accion en extremo dramática é interesante, cuyo principal teatro es una conciencia hondamente afligida y perturbada; accion con la cual se enlazan otras secundarias de no menor valía, que dan lugar á no ménos intrincados y dificiles casos de conciencia en que campea el penetrante ingenio del Sr. Alarcon. Entre estas acciones episódicas merecen elogio especial la dramática historia del Conde de la Umbría y los amores de Fabian Conde (protagonista de la obra) con la adúltera Matilde de la Guardia; amores pintados con portentosa verdad y que constituyen un verdadero modelo de la novela realista en el buen sentido de la palabra. No así la historia de Lázaro, harto semejante á la de Fabian Conde, historia que, sobre ser inútil, acusa una falta de inventiva, inexplicable en el Sr. Alarcon.

Esta es la idea de la obra; sus propósitos son, á nuestro juicio, algo más complejos. Sea por la manera como ha concebido su plan el Sr. Alarcon, sea porque en realidad haya sido éste su intento, es lo cierto que no aparece como único propósito de su novela la demostracion de la tésis que dejamos expuesta, sino tambien la de otra no tan fácil de probar ni llana de admitir. Parece, en efecto, que el Sr. Alarcon intenta demostrar que el único medio de resolver los casos complicados y temerosos de conciencia es recurrir á la confesion auricular; y tanto lo parece, que no de otra suerte se explica que haya apelado á una forma de exposicion tan defectuosa como la narracion de los sucesos puesta en boca del protagonista en forma de confidencia personal; manera de exponer que despoja á la narracion de vida y movimiento y que hubiera hecho fracasar á la novela, á no ser su autor el Sr. Alarcon.

El lector nos permitirá que no entremos en el fondo de esta tésis del ingenioso novelista. Nuestras opiniones particulares sobre el asunto podrian parecer (contra nuestra intencion) ofensivas á los oidos piadosos, y nosotros tenemos por regla invariable de conducta no faltar jamas á ciertas consideraciones y respetos. Séanos licito únicamente sostener, contra la opinion presunta del Sr. Alarcon, que si—católicamente hablando—la confesion es el único medio de obtener el perdon de los pecados, no es el único de resolver los casos de conciencia, pues á ésta (una vez auxiliada por la divina gracia) nunca ha negado el catolicismo el poder de resolverlos. Que el confesor disfrute del privilegio de perdonar los pecados es pura doctrina católica que no discutimos; pero que, por ser tal, sea el único capaz de resolver los casos de conciencia, no creemos que sea verdad de fe, ni pensamos que pueda sostenerse en buena doctrina moral y filosófica. Los casos de conciencia sólo la conciencia misma los resuelve; podrá el confesor iluminarla con sus consejos; á él corresponderá (hablamos bajo el punto de vista católico) absolverla de sus pecados; pero de ningun dón especial disfruta para ser el único que resuelva tamaños conflictos.

Este sentido místico del Sr. Alarcon le ha hecho des- . conocer la verdad psicológica é incurrir en graves defectos, y á ello ha contribuido no poco lo desacertado que ha estado al pintar la figura del Padre Manrique. Que Fabian Conde, presa de indecibles angustias y colocado en una situacion terrible y dificilisima de salvar, acuda, á pesar de su descreimiento, en busca de un