Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/195

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
182
LA ISLA DEL TESORO

Por los troncos, que aun sobresalían de la tierra, podía verse qué soberbio boscaje se había derribado en gracia de la erección de aquel reducto. Todos los desechos y ramas habían sido arrojados lejos ó enterrados en algún vallado, después de la traslación de los maderos. La única verdura que quedaba allí era un lecho de musgo por donde corrían los derrames de la fuente que se escapaban fuera de su tosco tazón de hierro, y á un lado y otro de la corriente algunos helechos, zarzas rastreras y matas pequeñitas, surgiendo penosamente de entre la arena. Muy cerca de la estacada—demasiado cerca para que sirviese de defensa, según oí decir—el bosque se extendía aun denso y elevado, todo de abetos, por el lado de tierra, y mezclado con una gran cantidad de árboles de la vida por el lado del mar.

La brisa fría de la noche de que antes he hablado, silbaba en cada una de las aberturas del rústico y primitivo edificio y hacía caer sobre el piso una continua lluvia de menudísima arena. Teníamos arena en los ojos, arena en los dientes, arena en los oídos, arena en nuestra cena y arena revoloteando en el desfondado caldero de la fuentecilla que parecía una gran olla, á punto de hervir. Nuestra chimenea se limitaba á un agujero cuadrado en el techo, y sólo una muy pequeña parte del humo acertaba á escaparse por allí, en tanto que todo el resto se quedaba revoloteando por la pieza, haciéndonos toser de lo lindo y obligándonos á enjugarnos á cada instante los llorosos lagrimales.

Añádase á esto que Gray, nuestro nuevo aliado, tenía la cara casi cubierta con un gran vendaje á causa de una herida que había recibido en el buque al desprenderse de