Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/217

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
204
LA ISLA DEL TESORO

derson. Aquel hombre rugía como una fiera y su marrazo se alzó sobre su cabeza brillando la hoja en el aire al rayo del sol. No tuve tiempo para sentir miedo: aquel hombre aún no descargaba su mandoble sobre mí, cuando yo resbalé instantáneamente en el declive y, perdiendo la pisada sobre la arena, rodé cuan largo era por la bajada.

Cuando al abandonar el interior de la cabaña por orden del Capitán aparecí en la puerta, ví que las reservas de los amotinados estaban ya tratando de salvar la empalizada para acabar de dar buena cuenta de nosotros. Un marinero que ostentaba una gorra encarnada y que se había puesto la cuchilla entre los dientes, había ya logrado trepar y tenía una pierna dentro del recinto de la estacada y otra afuera. Ahora bien, mi caída fué tan rápida que cuando me puse de nuevo en pie todo estaba aún en la misma posición; el hombre del gorro encarnado, todavía mitad adentro y mitad afuera, y otro dejaba asomar la cabeza en aquel mismo instante por sobre las extremidades de los postes. Pero rápido como había sido ese momento, en él, sin embargo, se había decidido la victoria en nuestro favor.

Gray, que seguía á tres pasos mi carrera, había derribado al gran contramaestre en tierra antes de que hubiera tenido tiempo de recobrarse por haber fallado su golpe sobre mí. Otro de ellos había recibido un tiro mortal en el momento mismo en que iba á hacer fuego por una de las troneras, y estaba allí, agonizando, con la pistola todavía humeante entre sus manos. El Doctor, según pude notar, había dado buena cuenta de un tercero con un tajo magnífico. De los cuatro que habían escalado la empalizada, uno solo quedaba intacto y este, que había dejado