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Objeto de tus votos y deseos,
Si supieses... ¡oh yo pensado hubiera
Que ni en beldad ni en gracias me eclipsara !
¿Acaso á una mortal puede ser dado
Entrar con una Diosa en competencia?
— «¡Oh sacra ninfa! le contesta Ulises;
¿Cómo no he de saber que al lado tuyo
Penélope beldad ni hechizos tiene?
Es mortal y tú gozas vida eterna
Y nunca el tiempo surcará tu frente.
Mas, tal cual es, el pecho arde por verla;
Arde en fin por la patria, y solo llama
El feliz día que al hogar me vuelva.
Si un Dios airado aun en mí se ceba
Sabré sufrir el peso de sus iras;
El alma tengo á las desdichas hecha:
¡En la tierra, en los mares, en las lides
He sufrido ya tanto! envíe el cielo
Nuevas penas, que á todo me someto.»
En tanto el sol se arroja ya á los mares
Y la noche su velo tiende al mundo.
A un recóndito sitio se retiran
El héroe y la inmortal, y todavía
De Amor dichoso los deleites prueban.
Ulises con la Aurora se levanta;
Ya su manto y su túnica ha vestido.
Ella se cubre de un luciente lienzo[1]
En estremo sutil; un cinto de oro
Al talle forma da magestüosa,
Y en fin un velo ondula sobre el rostro.
Pensando solo en el partir de Ulises
Le da una hacha de cobre a doble filo
Que en un mango de olivo está apoyada;

  1. Este ropon que vestian las mugeres se llamaba Pharos; era siempre blanco y se usaba sin gafa alguna y solo atado con un cinto que pasaba por debajo del seno. Tambíen le usaban los hombres, pero encarnado y solían ponerlo encima de la túnica.