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La Diosa trae consistente tela
Que es obra de sus manos. Oficioso,
La adapta Ulises á su fuerte entena
Y con sogas fijándola en las tablas,
Hace de ella la vela protectora
Que de los vientos el impulso coja.[1]
Concluida la obra, entre palancas
La robusta armadía á la mar lanza.
Cuatro días bastaron al trabajo;
El quinto es el fijado á la partida.
Calipso tiene un baño preparado
Al cual al héroe por su mano guia.
Ella misma le cuida cariñosa
Y le cubre de ropas olorosas.
Dos odres, uno lleno de agua pura
Y de un vino sin par repleto el otro,
A la balsa llevar hace su afecto,
Donde á la vez reune todo cuanto
Sustentar puede, y halagar el gusto;
Luego, llamado por su voz süave,
Empieza ya á soplar próspero el viento.
Del héroe, en fin, oye la hermosa Ninfa
El postrimer adios. De gozo lleno,
Al viento da su vela y, recostado
Vecino á su timon, sus giros guía.
Sus párpados el sueño no consíenten:
El ojo siempre fijo está observando
Las Pléyades y Bootes el tardío,
Y la Osa que, siempre á Orion siguiendo,
Jamás del mar las fieras aguas toca;
Calipso dijo que esta la dejara

  1. Cuál será el poeta que no sentirá la inmensa fatiga que ha debido restar a la imaginacion un relato artístico tan proiijó y exacto? ¡Pobres de nosotros! ¿qué somos? ¿y que son nuestros piropos y flores retóricas en cotejo de esa poesta tan eficaz y provechosa? Si de tres en tres mil años no andamos mas que eso, el mundo no tendrá mucho que agradecemos.