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A vista tal sus nervios desfallecen,
El brio cede y suspirando grita:
«¡Ay que Jove piadoso me habia dado
Pisar aquesta tierra inesperada!
Ya traspasado habla el golfo inmenso
¡Y ora del agua es imposible salga!
¡Allí escarpada roca !¡ aquí un mar fiero!
¡A mis ojos no mas que lisa piedra
Que á la esforzada mano no da presa!
¡A mis pies un abismo inmensurable
Que alcanzar no es posible! no hay camino
Por donde ya evitar mi ruina pueda.
Si dirijo á la tierra mis esfuerzos
Me lanzarán las olas á la roca;
Y perderá mis brios, si nadando,
En busca voy de mas lejanas playas!
Si en aquestas riberas enroscadas
Hallar pudiese una apacible entrada...
Mas quizás, repentinas tempestades
Dentro del mar inmenso, moribundo,
Me lancen otra vez; quizás el Númen
Que me persigue arroje, despiadado,
Sobre mi cuerpo frágil algun monstruo
De los que el seno de Anfitrite cria...
¡Ah que siempre hallar debo en daño mio
De Neptuno fatal las crudas iras!»
En tanto que asi exhala sus quejidos,
Le tira un monte de agua entre los riscos.
Quedara allí su cútis desgarrado
Y en aristas sus huesos divididos
Si Minerva en su afan no le inspirara:
Se abalanza á la peña y ambas manos
En ella clava hasta que la ola ceda
Y de esta suerte al primer golpe escapa;
Mas otra llega y á la mar le arrastra.
Por el agua cubierto, ensangrentadas
Las manos tiene y rolas por las puntas