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Mas lejos, un dominio de mi padre
Y un vergel delicioso. Cuando estemos
Del pueblo á tal distancia que pudiera
En él la voz de un hombre ser oida,
Detente hasta que juzgues que llegado
Hayamos ya nosotras al palacio.
Camina entonces; en la ciudad entra
Y de Alcinó pregunta la morada;
Fácil es conocerla, que ninguna
Ni se asemeja á ella ni se iguala.
Cuando el primer recinto hayas pasado
De mi madre penetra hasta la estancia.
Junto al hogar sentada hallarla debes,
Arrimada por uso á una columna
Hilando siempre purpurinas lanas,
Mientras estan tras ella sus doncellas.
Inmediato á su silla brilla el trono
Donde mi padre á veces con su copa,
Del real cargo olvida los enojos.
Preséntate á mi madre; á sus rodillas
Suplicala que tus venturas labre
Y en volver á la patria te proteja.
Si interesar su compasion alcanzas
No dudes que verás sin gran retardo
Tus deudos y la patria de tus ansias.»
Dice, y el tiro airosa castigando
Le obliga á desplegar el pie ligero
Dejando en breve el río muy lejano.
Mas, modera despues aqueste esfuerzo
Para que seguir pueda el estrangero.
Al océano el sol se iba acercando[1]
Cuando al bosque llegaron de Minerva.
En él se sienta Ulises, y á la Diosa

  1. Debe entenderse que no era aun de noche; pues sin esto, la precaucion que toma Minerva en el canto siguiente de taparle bajo una densa nube seria una ridiculez.