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¿En tu hogar y sentado entre cenizas
Un estrangero? es mengua de tu patria
Y á tu dignidad propia grave insulto.
Aquí todos tus órdenes esperan;
Levántale tú mismo, y una silla
Le da cual á los otros. Tus heraldos
Vino viertan, y ofrendas se dirijan
A Júpiter que ampara al ínfelice
Y que impone el deber hospitalario.
Halle aqueste estrangero en nuestra mesa
Los alimentos que su estado exige,
Y goce tambien él de la abundancia
Que en tu dominio y tu morada reina.»
A tal requerimiento, Alcinó luego
La mano a Ulises toma, le levanta,
Le coloca á su lado y en el sitio
Que ocupaba Laodemio, el mas querido
De sus hijos. Preséntase una esclava
Con un jarro de oro, y va vertiendo
En sus manos el agua cristalina
Que un cubillo de plata coge luego.
Otra una mesa pone, y, afanosa,
Deliciosos manjares va sirviendo.
A vista tal, Ulises siente el pecho
Dar otra vez cabida á la esperanza,
Y mientras a Natura satisface
Oficioso Alcinó llama a un heraldo:
«Protonio, dice, vierte en nuestras copas
Vino, y al Dios hagamos líbacíones
Que al triste ampara y su acogida impone.»
De repente las copas estan llenas
Y Protonio las va distribuyendo.
Hecha la líbacíon: « ¡Oh ilustres gefes,
Alcinó dice, del gran pueblo Facio!
Oïd lo que me dicta la prudencia:
Tiempo es ya de entregamos al descanso.
Mañana, cuando ya la aurora vuelva,