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La penetrante vista. Ya la mesa
Servída está y en ella colocados
Todos se ven con igualdad preciosa.
Calmado el apetito y satisfecha
La sed, van todos á gozar del sueño
Las dulzuras que el alma tanto aquietan.





CANTO DÉCIMOSÉPTIMO.





VUELTA DE TELÉMACO Á ÍTACA.


Con sus rosados dedos, nuevamente,
Abre la Aurora al día sus portales,
Y Telémaco ya, con prisa suma,
Se prepara á volver á su palacio.
Calzado y con la lanza en una mano
Dice al pastor: « Amigo, al punto parto.
Voy á calmar con mi presencia misma
De mi afanada madre las angustias.
Hasta que me haya visto por sus ojos
Sé que no tendrá fin su amargo llanto.
A tí te recomiendo ese estrangero.
Llévale a la ciudad para que en ella
Mendigue su sustento. El que pudiere
De cuanto necesita le provea;
Pues yo, por mas que al alma costar sepa,
Bastar no puedo á los mendigos todos.
Ya sé que el pobre anciano ha de sentirlo;
Le tengo compasión; mas hablo claro»