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Mas nó, tiernos amigos; alejaos;
Dejadme solo con mi afan. Si Ulises,
Si el padre, sus virtudes desmintiendo,
A Grecia ofender pudo, entonces, fieros,
Al odio responded con odio insano;
Vengaos atizando esa insolencia;
Ó, mas pronto, venid vosotros mismos:
Cuanto mas caro tenga arrebatadme,
Y de mis bienes consumid el fruto.
Asi al menos tendré alguna esperanza:
Por Ítaca podré á vuestra justicia
Los bienes reclamar, hasta que todo
Devuelto á mi dolor por ella sea.
Mas ¡ay que en fieros é incurables males
Que me dejeis el corazon recela! »
Tal el airado jóven les hablaba.
Lleno el ojo de llanto, el cetro arroja,
Y tierna compasion en todos mueve;
Todos mudos estan, que no hay quien ose
Rechazar con dureza sus gemidos.
Solo Antinó, por fin, prorumpe y dice:
« Telémaco ¿por qué con tal acento
Tu altanera elocuencia nos ultraja?
¿Pretendes entregarnos al oprobio?
Pues ten sabido que no son los griegos
Los que debes culpar. Tu madre sola,
Sus arterías culpa; ya pasaron
Tres largos años, y tal vez el cuarto,
Nuestra credulidad burlando siempre.
Esperanzas, mensages y promesas
A todos nos ha dado; mas sin duda
En el pecho cobija otros cuidados.
Por ardid postrimera, en su palacio,
Inmensa y sutil tela está tejiendo.
Al mostrárnosla un día asi nos dijo:
¡Oh jóvenes rivales que mi mano
Pretendeis! ¡Sin dudarlo, murió Ulises!