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Guarda para tí sola este mandato,
Y haz que pronto esté todo sin tardanza.
Esta noche, yo mismo, cuando vea
Que está mi madre en su aposento sola
Y á disfrutar del sueño ya dispuesta,
Vendré á buscarlo todo. Voy á Esparta
Y á Pilos, á probar si al fin del padre
Fiar puedo en la vuelta suspirada. »
A sus voces Euríclea se adolora
Y con un grito al sollozar mezclado:
« ¡Oh hijo, esclama, oh hijo de mis ansias!
Tal idea, ¿por qué? vástago solo,
Solo y al amor nuestro tan precioso,
¿Vas á lejanas tierras á perderte?
¿El divinal Ulises? ¡Desdichado!
Murió sin duda en desusadas playas.
¡Ah que si partes buscarán tus huellas
Para prenderte en sus infames redes
Y muerte te darán, para á mansalva
Compartir tus despojos miserables!
¡Oh, no te vayas, nó! de tu familia
En el seno te queda, y no aventures
Tu vida cara en indomables mares. »
— « Calma Euríclea tus ansias, le responde
Telémaco, y entiende que esta idea
No se formó sin consentir los Dioses:
Más jura por mis días que tu acento
Revelar no podrá á la madre mia
Aqueste arcano, hasta que ya la aurora
Doce veces el sol haya anunciado,
Ó que, al saber la reina mi partida,
Te obligue, airada, á desplegar el labio.
Sus lágrimas recelo y que, en su angustia,
El rostro hermoso ultraje por sus manos. »
Dice y Euríclea atesta las Deidades
Pronunciando el terrible juramento;
Luego las odres llena y las vasijas,