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En copas de oro delicioso vino.
Luego á Minerva dice con respeto:
« ¡Oh tú estrangero! tus fervientes votos
Dirige al Dios que en esta fiesta honramos.
Cuando tu pleitesia le hayas hecho
Cual tienes por deber, al compañero
Tu copa has de entregar, para que pueda
Él tambien, á su vez, ejecutarlo.
Los Númenes tambien, sin duda, adora,
Pues que su ausilio á todos nos importa.
Es mas jóven que tú; mis años tiene
Y por tal causa te invitó primero.»
La copa al decir esto da á la Diosa
Que, gozosa de ver el noble celo
Con que respeta el jóven las edades,
La toma, y al Dios fiero de los mares
Esta plegaria envía: « ¡oh tú, Neptuno
Que con tu húmedo manto el mundo ciñes!
Mis preces oye: de inmutable gloria
Sobre el gran Nestor y su escelsa prole
Rayos esparce, y que el pileno pueblo
Halle de su piedad la recompensa.
Con Telémaco, danes que á la patria
La fortuna nos torne felizmente
Habiendo nuestro objeto conseguido. »
Despues de voces tales, y su ofrenda
Al inmortal cumplida, da la Diosa
A Telémaco el vaso, y reverente
Igual deber el jóven desempeña.
Partidos los manjares y ya puestos
En las mesas, empieza el gran banquete.
En seguida, calmado el apetito
Y la sed satisfecha, dice Nestor:
« Ahora, cuando ya la ley suprema
De la hospitalidad cumplida queda,
Al curioso deseo es bien se atienda.
¿Quiénes sois, estrangeros; de qué patria