Del mezquino mortal á las plegarias.
Ambos reyes se exaltan y se injurian;
La gente en su embriaguez, con alaridos
Esplica su furor y se divide;
Pensamientos de horror nos agobiaron
La noche entera, siempre preparados
Unos contra otros á blandir el hierro.
Jove sobre nosotros agrupaba
Sus nubes de infortunio. Al ver el alba
Las naves arrojamos á las olas,
En ellas trasladando los tesoros
Y haciendo preceder nuestras esclavas.
Agamenon con la mitad se queda
De la valiente armada; la otra parte.
Ya las ondas surcamos; un Dios pio
Las aplaca al tocarlas nuestras naves,
Y á Tenedós llegamos. La impaciencia
Que de ver nuestros lares nos acosa
Ofrendas á los Dioses nos impone;
Mas Júpiter no habia decretado
Nuestro regreso aun; en sus enojos
Nuevas discordias suscitó mas fieras.
Al gefe de los reyes complaciendo,
Ulises con su gente volvió á Troya;
Mas, cierto yo que los airados cielos
A nuevas desventuras nos destinan,
Con mis escuadras huye, y á mi ejemplo
Huye tambien el hijo de Tideo
Sus Estolios llevando. Menelao,
El rubio hermano del Atrida, luego
Hácia nosotros viene y nos encuentra
En Lesbos, sobre el rumbo vacilando.
Posible fuera remontar á Chios
Y dejarla á la izquierda, dirigiendo
La ruta hácia Pisirio; mas tampoco
Desacertado fuera, el sur tomando
De la espresada Chios, costa á costa
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