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Telémaco, al amigo reclinado
Para que sus razones no se oyeran:
« ¡Oh! hijo de un rey, dice, que venero;
Oh tú, mi caro amigo! estas bellezas,
Estos frisos , aquestos artesones
Dó brillan oro, plata, ámbar y tantas[1]
Riquezas incontables, considera:
Tal de Jove el palacio resplandece.
¡Cuántos tesoros! ¡cuál magnificencia!
Los turbios ojos deslumbrados ciegan. »
Ha oido Menelao aquestas voces:
« ¡Oh no! amigos, les dice; no hay mortales
Que el rey del cielo á contender se atrevan;
Su trono y todo cuanto le rodea.
Como el, no tiene par. No sé si igualan
Otros ó mis riquezas sobrepujan;
Mas despues de siete años de fatigas
Y de duros errores, á la patria
Pude por fin volver. La planta triste
En Chipre y en Fenicia y en Egipto
Un dia puse, y visité el Etíope,
El Sidonio, el Erembo; ví la Libia,
Donde el cordero ya al nacer presenta
El asta prolongada, y dó la oveja
En cada año tres veces se fecunda.
Allí el pastor y el dueño, juntamente,
Viven en abundancia con sus reses
Y la leche y el queso que procuran.
Todos los dias, sin que falte alguno,
La dulce oveja sus preciosas fuentes
A la mano presenta siempre llenas.
¡Ay que mientras yo anduve en esas playas
Juntando mil tesoros, cauteloso

  1. En algunos comentarios se dice que por ámbar debe entenderse una composicion metálica de plata y oro. Eustato, Plinio, Voss, Mueller, Buttmand , Clarke y Dubuer dicen que por ámbar se entiende la misma goma que tiene hoy dia esta denominacion.