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LA ODISEA

gos. Encamináronse todos al ágora, seguidos de una turba numerosa, inmensa; y allí se pusieron en pie muchos y vigorosos jóvenes. Levantáronse Acróneo, Ocíalo, Elatreo, Nauteo, Primneo, Anquíalo, Eretmeo, Ponteo, Proreo, Toón, Anabesíneo y Anfíalo, hijo de Políneo Tectónida; levantóse también Euríalo, igual á Marte, funesto á los mortales, y Naubólides, el más excelente en cuerpo y hermosura de todos los feacios después del intachable Laodamante; y alzáronse, por fin, los tres hijos del egregio Alcínoo: Laodamante, Halio y Clitoneo, parecido á un dios. Empezaron por probarse en la carrera. Partieron simultáneamente de la raya, y volaban ligeros y levantando polvo por la llanura. Entre ellos descollaba mucho en el correr el eximio Clitoneo, y cuan largo es el surco que abren dos mulas en campo noval, tanto se adelantó á los demás que le seguían rezagados. Probáronse otros en la fatigosa lucha, y Euríalo venció á cuantos en ella sobresalían. En el salto fué Anfíalo superior á los demás; en arrojar el disco señalóse Elatreo sobre todos; y en el pugilato, Laodamante, el buen hijo de Alcínoo. Y cuando todos hubieron recreado su ánimo con los juegos, Laodamante, hijo de Alcínoo, hablóles de esta suerte:

133 «Venid, amigos, y preguntemos al huésped si conoce ó ha aprendido algún juego. Que no tiene mala presencia á juzgar por su desarrollo, por sus muslos, piernas y brazos, por su robusta cerviz y por su gran vigor; ni le ha desamparado todavía la juventud; aunque está quebrantado por muchos males, pues no creo que haya cosa alguna que pueda compararse con el mar para abatir á un hombre por fuerte que sea.»

140 Euríalo le contestó en seguida. «¡Laodamante! Muy oportunas son tus razones. Ve tú mismo y provócale repitiéndoselas.»

143 Apenas lo oyó, adelantóse el buen hijo de Alcínoo, púsose en medio de todos y dijo á Ulises:

145 «Ea, padre huésped, ven tú también á probarte en los juegos, si aprendiste alguno; y debes de conocerlos, que no hay gloria más ilustre para el varón en esta vida, que la de campear por las obras de sus pies ó de sus manos. Ea, pues, ven á probarte y echa del alma las penas, pues tu viaje no se diferirá mucho: ya la nave ha sido botada y los que te han de acompañar están prestos.»

152 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Laodamante! ¿Por qué me ordenáis tales cosas para hacerme burla? Más que en los juegos ocúpase mi alma en sus penas, que son muchísimas las que he padecido y soportado. Y ahora me asiento en vuestra ágora, anhelando