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LA ODISEA

que estaban en el circo, y se promovió una fuerte gritería. Y entonces el divinal Ulises habló á Alcínoo de esta manera:

382 «¡Rey Alcínoo, el más esclarecido de todos los ciudadanos! Prometiste demostrar que vuestros danzadores son excelentes y lo has cumplido. Atónito me quedo al contemplarlos.»

385 Tal dijo. Alegróse la sacra potestad de Alcínoo y al punto habló así á los feacios, amantes de manejar los remos:

387 «¡Oíd, caudillos y príncipes de los feacios! Paréceme el huésped muy sensato. Ea, pues, ofrezcámosle los dones de la hospitalidad, que esto es lo que procede. Doce preclaros reyes gobernáis como príncipes la población y yo soy el treceno: traiga cada uno un manto bien lavado, una túnica y un talento de precioso oro; y vayamos todos juntos á llevárselo al huésped para que, al verlo en sus manos, asista á la cena con el corazón alegre. Y apacígüelo Euríalo con palabras y un regalo, porque no habló de conveniente modo.»

398 Así les arengó. Todos lo aplaudieron y, poniéndolo por obra, enviaron á sus respectivos heraldos para que les trajeran los presentes. Y Euríalo respondió de esta suerte:

401 «¡Rey Alcínoo, el más esclarecido de todos los ciudadanos! Yo apaciguaré al huésped, como lo mandas, y le daré esta espada de bronce, que tiene la empuñadura de plata y en torno suyo una vaina de marfil recién cortado. Será un presente muy digno de tal persona.»

406 Diciendo así, puso en las manos de Ulises la espada guarnecida de argénteos clavos y pronunció estas aladas palabras:

408 «¡Salud, padre huésped! Si alguna de mis palabras te ha molestado, llévensela cuanto antes los impetuosos torbellinos. Y las deidades te permitan ver nuevamente á tu esposa y llegar á tu patria, ya que hace tanto tiempo que padeces trabajos lejos de los tuyos.»

412 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Muchas saludes te doy también, amigo! Los dioses te concedan felicidades y ojalá que nunca eches de menos esta espada de que me haces presente, después de apaciguarme con tus palabras.»

416 Dijo; y echóse al hombro aquella espada guarnecida de argénteos clavos. Al ponerse el sol, ya Ulises tenía delante de sí los hermosos presentes. Introdujéronlos en la casa de Alcínoo los conspicuos heraldos é hiciéronse cargo de ellos los vástagos del ilustre rey, quienes transportaron los bellísimos regalos adonde estaba su