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CANTO OCTAVO

veneranda madre. Volvieron todos al palacio, precedidos por la sacra potestad de Alcínoo, y sentáronse en elevadas sillas. Y entonces la potestad de Alcínoo dijo á Arete:

424 «Trae, mujer, un arca muy hermosa, la que mejor sea; y mete en la misma un manto bien lavado y una túnica. Poned al fuego una caldera de bronce y calentad agua para que el huésped se lave y viendo colocados por orden cuantos presentes acaban de traerle los eximios feacios, se regocije con el banquete y el canto del aedo. Y yo le daré mi hermosísima copa de oro, á fin de que se acuerde de mí todos los días al ofrecer en su casa libaciones á Júpiter y á los restantes dioses.»

433 Así dijo. Arete mandó á las esclavas que pusiesen incontinenti un gran trípode al fuego. Ellas llevaron al ardiente fuego un trípode que servía para los baños, echaron agua en la caldera y, recogiendo leña, encendiéronla debajo. Las llamas rodearon el vientre de la caldera y calentóse el agua. Entretanto sacó Arete de su habitación un arca muy hermosa y puso en la misma los bellos dones—vestiduras y oro—que habían traído los feacios, y además un manto y una elegante túnica. Y seguidamente habló al héroe con estas aladas palabras:

443 «Examina tú mismo la tapa y échale pronto un nudo: no sea que te hurten alguna cosa en el camino, cuando en la negra nave estés entregado al dulce sueño.»

446 Apenas oyó estas palabras el paciente divinal Ulises, encajó la tapa y le echó un complicado nudo que le enseñara á hacer la veneranda Circe. Acto seguido invitóle la despensera á bañarse en una pila; y Ulises vió con agrado el baño caliente, porque no cuidaba de su persona desde que partió de la casa de Calipso, la de los hermosos cabellos; que en ella estuvo siempre atendido como un dios. Y lavado ya y ungido con aceite por las esclavas, que le pusieron una túnica y un hermoso manto, salió y fuése hacia los hombres, bebedores de vino, que allí se encontraban; pero Nausícaa, á quien las deidades habían dotado de belleza, paróse ante la columna que sostenía el techo sólidamente construído, se admiró al clavar los ojos en Ulises y le dijo estas aladas palabras:

461 «Salve, huésped, para que en alguna ocasión, cuando estés de vuelta en tu patria, te acuerdes de mí; que me debes antes que á nadie el rescate de tu vida.»

463 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Nausícaa, hija del magnánimo Alcínoo! Concédame Júpiter, el tonante esposo de Juno, que