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LA ODISEA

peñarlo, ó dejar el gran simulacro como ofrenda propiciatoria á los dioses; esta última resolución debía prevalecer, porque era fatal que la ciudad se arruinase cuando tuviera dentro aquel enorme caballo de madera donde estaban los más valientes argivos que llevaron á los teucros el estrago y la muerte. Cantó cómo los aqueos, saliendo del caballo y dejando la hueca emboscada, asolaron la ciudad; cantó asimismo cómo, dispersos unos por un lado y otros por otro, iban devastando la excelsa urbe, mientras que Ulises, cual si fuese Marte, tomaba el camino de la casa de Deífobo, juntamente con el deiforme Menelao. Y refirió cómo aquél había osado sostener un terrible combate, del cual alcanzó victoria por el favor de la magnánima Minerva.

521 Tal fué lo que cantó el eximio aedo; y en tanto consumíase Ulises, y las lágrimas manaban de sus párpados y le regaban las mejillas. De la suerte que una mujer llora, abrazada á su marido que cayó delante de su población y de su gente para que se libraran del día cruel la ciudad y los hijos—al verlo moribundo y palpitante se le echa encima y profiere agudos gritos, los contrarios la golpean con las picas en el dorso y en las espaldas trayéndole la esclavitud á fin de que padezca trabajos é infortunios, y el dolor miserando deshace sus mejillas;—de semejante manera Ulises derramaba de sus ojos tantas lágrimas que movía á compasión. Á todos les pasó inadvertido que vertiera lágrimas menos á Alcínoo; el cual, sentado junto á él, lo advirtió y notó, oyendo asimismo que suspiraba profundamente. Y en seguida dijo á los feacios, amantes de manejar los remos:

536 «¡Oídme, caudillos y príncipes de los feacios! Cese Demódoco de tocar la melodiosa cítara, pues quizás lo que canta no les sea grato á todos los oyentes. Desde que empezamos la cena y se levantó el divinal aedo, el huésped no ha dejado de verter doloroso llanto: sin duda le vino al alma algún pesar. Mas, ea, cese aquél para que nos regocijemos todos, así los albergadores del huésped como el huésped mismo; que es lo mejor que se puede hacer, ya que por el venerable huésped se han preparado estas cosas, su conducción y los dones que le hemos hecho en demostración de aprecio. Como á un hermano debe tratar al huésped y al suplicante, quien tenga un poco de sensatez. Y así, no has de ocultar tampoco con astuto designio lo que voy á preguntarte, sino que será mucho mejor que lo manifiestes. Dime el nombre con que en tu población te llamaban tu padre y tu madre, los habitantes de la ciudad y los vecinos de los alrededo-