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LA ODISEA

por húmedos caminos? ¿Venís por algún negocio ó andáis por el mar, á la ventura, como los piratas que divagan, exponiendo su vida y produciendo daño á los hombres de extrañas tierras?»

256 »Así dijo. Nos quebraba el corazón el temor que nos produjo su voz grave y su aspecto monstruoso. Mas, con todo eso, le respondí de esta manera:

259 «Somos aqueos á quienes extraviaron, al salir de Troya, vientos de toda clase que nos llevan por el gran abismo del mar: deseosos de volver á nuestra patria, llegamos aquí por otros caminos porque de tal suerte debió de ordenarlo Júpiter. Nos preciamos de ser guerreros de Agamenón Atrida cuya gloria es inmensa debajo del cielo—¡tan grande ciudad ha destruído y á tantos hombres ha hecho perecer!—y venimos á abrazar tus rodillas por si quisieras presentarnos los dones de la hospitalidad ó hacernos algún otro regalo como es costumbre entre los huéspedes. Respeta, pues, á los dioses, varón excelente; que nosotros somos ahora tus suplicantes. Y á suplicantes y forasteros los venga Júpiter hospitalario, el cual acompaña á los venerandos huéspedes.»

272 »Así le hablé; y respondióme en seguida con ánimo cruel: «¡Forastero! Eres un simple ó vienes de lejas tierras cuando me exhortas á temer á los dioses y á guardarme de su cólera; que los Ciclopes no se cuidan de Júpiter, que lleva la égida, ni de los bienaventurados númenes, porque aún les ganan en ser poderosos; y yo no te perdonaría ni á ti ni á tus compañeros por temor á la enemistad de Júpiter, si mi ánimo no me lo ordenase. Pero dime en qué sitio, al venir, dejaste la bien construída embarcación: si fué, por ventura en lo más apartado de la playa ó en un paraje cercano, á fin de que yo lo sepa.»

281 »Así dijo para tentarme. Pero su intención no me pasó inadvertida á mí, que sé tanto, y de nuevo le hablé con engañosas palabras:

283 «Neptuno, que sacude la tierra, rompió mi nave llevándola á un promontorio y estrellándola contra las rocas, en los confines de vuestra tierra; el viento que soplaba del ponto se la llevó y pude librarme, junto con éstos, de una muerte terrible.»

287 »Así le dije. El Ciclope, con ánimo cruel, no me dió respuesta; pero, levantándose de súbito, echó mano á los compañeros, agarró á dos y, cual si fuesen cachorrillos, arrojólos en tierra con tamaña violencia que el encéfalo fluyó al suelo y mojó el piso. Seguidamente despedazó los miembros, se aparejó una cena y se puso